Recientemente Marta Arias, responsable de la campaña de los Objetivos del Milenio de Intermón Oxfam, afirmaba que "a menos que los líderes mundiales actúen ya, el rumbo de la lucha contra la pobreza del próximo año podría terminar en un fracaso vergonzoso". Con estas palabras, Arias, se refería al fiasco del plan fijado por la ONU para el 2015 donde ninguno de sus objetivos será alcanzado.
Con esta sentencia, podemos ver cual es la auténtica vocación de este tipo de organizaciones. Arias reclama la actuación de los líderes mundiales. Para ella, los líderes mundiales saben mejor que nosotros cómo gastar nuestro dinero. Pero, la incautación por la que aboga Arias, no se destina a los pobres del mundo como ella pretende, sino a organizaciones, que como la ONU, no tienen control alguno y se enriquecen a costa del trabajo de los demás.
Una viñeta de Cox & Forkum nos ilustra perfectamente cómo se distribuyen las ayudas internacionales. Pero en la ONU también son evidentes otros males como la corrupción interna. Recientemente, la cadena estadounidense ABC elaboró un reportaje donde destapaba uno de los casos de corruptela que practican los funcionarios de Naciones Unidas.
Otro caso más reciente ha salpicado al hijo de Kofi Annan, Kojo, quien se ha lucrado a costa de la organización que preside su padre. Como respuesta a los numerosos casos de corrupción la ONU relazó 55 investigaciones internas que rehusó hacer públicas. Ni ellos mismos son capaces de defenderse.
La ONU no es supervisada por nadie, sino que pretende autorregularse mediante su "elevada moral". En contraposición a ésta, las empresas privadas, por ejemplo, siempre están bajo el ojo exigente de su consumidor. Si la empresa falla, otra gratificará mejor al cliente. Pero si apelamos a la superioridad moral del funcionario, sólo nos encontraremos con menos dinero en nuestro bolsillo; y si el funcionario falla (como siempre ocurre), entonces pedirá más dinero a los líderes mundiales.
Observemos también la gestión de la ONU. Según un análisis del Cato Institute, un contable medio en la ONU recibe un sueldo anual de 84.500 dólares (unos 64.000 euros), mientras que el mismo contable en una empresa privada de Estados Unidos cobra la mitad. Un analista de sistemas de la ONU cobra 111.500 dólares (unos 84.000 euros), mientras que en el mercado privado recibe menos de la mitad. Además, los burócratas de la ONU suelen recibir dietas, subvenciones para la educación (¡más de 12.500 dólares por hijo, que usted paga!) y generosos planes de pensiones.
La financiación y gestión de la ONU es totalmente antinatural. No se basa en el intercambio pacífico de los individuos, sino en la agresión económica de una minoría (políticos) contra la multitud (sociedad).
¿Y qué tiene que ver esto con los pobres del mundo? Mucho. La ONU es la principal interesada en que los pobres abunden, de lo contrario todos sus funcionarios se quedarían sin dinero. La mentalidad anticapitalista de la ONU se basa en esto. Si desaparece el poder de los políticos, burócratas, dirigentes sindicales, gobernantes y otros vividores, cada uno será responsable de sus acciones, inversiones y destino. En consecuencia, no intentará vivir de los demás o se autoproclamará "pobre" para recibir todo tipo de subsidios estatales o ayudas internacionales, sino que cada uno progresará según la contribución voluntaria que realice al mundo y sociedad: con más comercio, más empresas, mayor intercambio y más riqueza.
Como cualquier organización criminal, la ONU ha de ser eliminada. ¡Qué no nos robe más! Nosotros sabemos gestionar nuestro dinero mejor que los líderes del mundo. La lucha contra la corrupción y la pobreza empieza por eliminar a estas organizaciones de nuestras vidas: cuanto más dinero reciba la ONU, más perderemos nosotros, y los pobres del mundo.