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Los coches de choque

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Su sonrisa, entre divertida y cómplice, me hizo pensar que ya no iría a los coches de al lado. Pero recapacité e hice exactamente eso, para ver qué me ofrecía el otro por mis 500 pesetas. Así descubrí que la competencia funciona.

También recuerdo que en primero de periodismo nos daban introducción a la economía. A mí me gustaba, pero había cosas que no podía entender. Cuando el profesor y el libro hablaban de competencia se referían a una situación en que las empresas ofrecían el mismo producto y al mismo precio. A mí me parecía absurdo, porque me resultaba evidente que esas empresas no estaban compitiendo en absoluto. "Competencia perfecta", recuerdo que se llamaba. No entendía nada.

Pensé que lo que recibíamos era eso, economía para periodistas. ¿Qué podía esperar? Los libros de economía de verdad sí explicarían lo que veía en la calle; sí darían cuenta del feriante que me dio más fichas de las que yo esperaba. Pero luego me interesé por la teoría económica y me encontré con que se daba exactamente lo que me habían enseñado en la Universidad. Me tuve que buscar la vida para dar con autores que sí hablaban de competencia como una rivalidad entre empresas para ganarse el favor de los consumidores. Y así topé con Ludwig von Mises, Friedrich Hayek, Israel Kirzner o Murray Rothbard. Leyéndoles me acordé de mi experiencia en las ferias de mi pueblo.

La competencia es rivalidad. Es un proceso de descubrimiento, como dice Hayek. Y es el ambiente en que los buenos empresarios se ven recompensados. Pero los comisarios europeos han leído otros libros, y por eso reparten estopa a Microsoft, Schneider o Telefónica. Eso, o que cuando eran niños no fueron a los coches de choque.

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