El BCE está preocupado porque sigue obsesionado por la planificación central.
“We’re stuck between a rock and a hard place” Mick Jagger
¿Puede el Tribunal Constitucional alemán acabar con el estímulo de Draghi? Esta semana hemos leído que dicho tribunal emitía una resolución que criticaba el programa de recompras, cuestionando su legalidad, pero refería el caso a la justicia europea para que se pronuncie, antes de dictar sentencia. Según sus apreciaciones, dicho estímulo monetario podría ser ilegal e ir contra el mandato del banco central.
Es cierto que es un caso que lleva cierto tiempo en los medios y que salta ahora tras la decisión de referir el caso a la corte europea, pero no debemos olvidar los hechos.
El Banco Central Europeo (BCE) ya acumula más del 10% de la deuda total de los principales países de la Eurozona. El Banco de España tiene más de 235.000 millones en bonos por el programa del BCE.
Los estados de la eurozona dicen que se han “ahorrado” más de un billón de euros en intereses por la política de represión financiera (bajar tipos y aumentar masivamente la liquidez) del BCE. Solo tiene un problema.
Ese “ahorro” se lo han gastado, y los países deficitarios serían incapaces hoy de asumir una modestísima, aunque urgente y necesaria, subida de tipos. Ese “ahorro” ha sido a costa de los ahorradores, que han visto sus planes de pensiones y fondos de inversión de bajo riesgo generar cada vez menos rentabilidad y, en más de un 70% de los casos de fondos de pensiones europeos, en agujeros patrimoniales, ante la acumulación de más de seis billones en bonos de tipos reales negativos.
El balance del BCE ya supera el 35% del PIB de la Eurozona y los principales bancos centrales acumulan casi un 20% de la deuda de sus países.
Todo esto dicen que no es ningún problema porque “no hay inflación”. El problema es que los tipos bajos y la alta liquidez perpetúan los desequilibrios, incentivan al sobreendeudamiento y, lo que es más importante, al incrementar la sobrecapacidad y la deuda, se desploma el crecimiento de la productividad y la velocidad del dinero, y la inflación ni está ni se le espera.
Pero la enorme inflación que genera en los activos financieros es un brutal riesgo. Los bonos soberanos con rentabilidad a mínimos históricos, las bolsas a múltiplos de burbuja, gasto desbocado “porque los tipos son bajos” … pero “no hay riesgo”. Con 1,7 billones de euros de exceso de liquidez en el BCE, cuando salte toda esta burbuja -porque la pregunta es cuándo, no si va a saltar-, los mismos que le dicen que no hay riesgo porque no hay inflación, le dirán que saltó por falta de regulación.
Y, además, la política de represión financiera no funciona. Ni inflación ni devaluación. Solo burbuja. Los consumidores europeos respiran aliviados, ni les hunden el coste de vida con la inflación, el impuesto de los pobres, ni les asaltan sus ahorros -90% en depósitos- devaluando para “empobrecer al vecino”.
El Banco Central Europeo muestra, vaya qué cosas, su preocupación por la fortaleza del euro («se expresó la preocupación por la posibilidad de que el tipo de cambio se dispare en el futuro”, minutas de la reunión del 19-20 julio). Sin embargo, desde que se lanzaron a intentar devaluar como locos, bajando el euro un 20% contra sus monedas, no es sorpresa que las exportaciones fuera de la eurozona de los 28 países del Euro se hayan estancado. El timo de que devaluando se exporta más.
Pero el BCE está preocupado porque sigue obsesionado por la planificación central y la idea de que se van a resolver los problemas creando inflación por decreto. Su objetivo a partir de ahora es devaluar a toda costa. Las apuestas a favor del euro se encontrarán con la apisonadora del banco central, caiga quien caiga. No por las exportaciones, ni por el crecimiento ni mucho menos por los ahorradores, sino por perpetuar los desequilibrios que, lejos de haberse solucionado, vuelven a presentarse en esta vieja Europa donde pretendemos suplir los problemas demográficos, tecnológicos y de productividad imprimiendo, es decir, diluyendo la leche con agua.
Probablemente, la decisión de la justicia europea sea que el programa es perfectamente legal. Y respiraremos aliviados porque el banco central podrá seguir aumentando la bola de riesgo con nuestro beneplácito y el aplauso de todo el consenso. Luego, cuando estalle, sacaremos el comodín de “los malvados mercados” y pediremos otros programa de estímulo.