¿Qué lleva incluso a los que han visto los libros fuera de la estantería a rechazar mayoritariamente las sociedades libres y preferir el socialismo o, al menos, la tutela del Estado?
Un amigo me sugiere que se identifican con el progreso e identifican a éste con la izquierda. Pero esa es una explicación que quedó obsoleta con la caída del muro. Tiene que haber algo más. Otra entiende que, simplemente, la izquierda tiene más y mejores razones que las que pueda jamás aportar el liberalismo. Pero es que no es así; hay al menos razones igual de buenas para preferir la libertad a otros valores que para no hacerlo. ¿Qué es, entonces?
Ludwig von Mises cree que es el resentimiento que nace del contraste entre lo que un intelectual piensa de su valía y la recompensa que le da el mercado. Ellos, con lo listos que son y lo que saben, tienen derecho a ser recompensados. Los intelectuales siempre han hablado de su propia labor como la más importante de todas, y su sesgada opinión ha quedado registrada desde hace dos milenios y medio. Realmente se lo creen. Pero en el mercado no ganan nada al lado de los empresarios, que se enriquecen produciendo cosas de lo más vulgar. Nozick añade que en el colegio fueron los primeros, pero que una vez en el mercado las cosas cambian.
Pero hay algo más. El mercado es un proceso espontáneo, que actúa sin que nadie le diga lo que tiene que hacer o por dónde no debe ir. Es complejo y muy pocos intelectuales han hecho un verdadero esfuerzo por comprenderlo. De éstos, no todos lo han logrado. El resto desconfía de ese caos y tiene ideas muy claras de cómo mejoraría la sociedad si un poder central potente controlara la situación bajo la sabia y desinteresada guía de… de ellos mismos, sin ir más lejos. Quizás en una sociedad así obtengan la recompensa que realmente merecen.
No obstante, algo tiene el liberalismo que no acaba de seducir más que a una minoría de los intelectuales. Será que su visión un tanto pesimista de la naturaleza humana nos iguala a todos mucho más de lo que habitualmente se cree, y no da al estudioso, al escritor, al artista una categoría especial, a la que se creen naturalmente acreedores, mientras que el socialismo alimenta ambiciones sólo al alcance de los hombres más extraordinarios. El liberalismo es para los modestos.