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Los otros Eurovegas que perdió España

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Como cada año, en enero llegan los exámenes universitarios. Suelen fijarse a principio de curso para que cada alumno sepa el plazo de que dispone para preparar la asignatura. Este año, España conoce de antemano las fechas de los informes de las tres agencias de calificación europeas Fitch, Standard and Poor’s y Moody’s, que sumarán un total de siete evaluaciones desde febrero hasta casi final de año. Siempre en viernes, siempre una hora antes de la apertura o una hora después del cierre de los mercados. Solamente falta que además se les diga qué deben decir los dossiers.

La necesidad de prepararse

Estos informes estudian el pulso crediticio de cada país, su capacidad para devolver sus deudas habida cuenta de su patrimonio y sus activos. Además, el informe incluye una perspectiva que indica si esta calificación es estable, si se espera que mejore, o si las cosas, previsiblemente, irán a peor.

España no va muy bien. De momento, mientras Standard and Poor’s y Moody’s nos califican como un bono basura, Fitch nos sitúa apenas un escalón por encima. Veremos qué pasa en los siguientes informes que comenzarán en febrero.

Pero la novedad es que el gobierno de la nación y los de las Comunidades Autónomas ya saben de antemano, como los universitarios, cuándo se van a publicar esas evaluaciones. Esta idea, que podría parecer de lo más lógico, pervierte en cierta manera el sentido de las calificaciones de las agencias de rating.

Porque el objetivo es evaluar la capacidad de devolver la deuda de un país (o Comunidad Autónoma) en cualquier momento, en general. Y lo que se consigue con esta medida, como sabemos los profesores universitarios, es que de la misma manera que nuestros estudiantes tienden a estudiar "para el examen", nuestros gestores van a hacer lo necesario (gracias a un conveniente maquillaje estadístico, o lo que haga falta) para que todo cuadre y la calificación obtenida engorde y salir bien guapos en la foto.

Las dudas sobre el evaluador independiente

Pero en la misma información en la que este periódico explicaba las novedades de los informes de las tres principales agencias, se ponía sobre la mesa el que dichos organismos fueran cuestionados tras la crisis y el interés por parte de la Unión Europea, de aumentar su control sobre ellas.

Si bien es cierto que Moody’s, S&P y Fitch, en el pasado, tuvieron en sus manos la capacidad para alterar los mercados al cambiar sus informes sobre un país u otro, porque lo que mueven no es sino la confianza de los acreedores respecto a la deuda en sus manos, ese deseo de la Unión Europea dice mucho. Y nada bueno.

En todos los ámbitos en los que juega la confianza, la existencia de un observador externo, no sesgado, que emita una opinión, es no ya bueno, sino imprescindible. En el momento en que el sistema financiero está vinculado a la política internacional, sea por debajo o por encima de la mesa, este veredicto externo es tanto más importante. Cuando un país se comporta mal y baja su rating, los acreedores se deshacen de su deuda y le resulta tanto más difícil que le presten: el mundo financiero pierde la confianza en ese país.

Por eso, los gobiernos europeos unidos, que son los que se hacen cargo de los desastres de cada uno de los países morosos, a través de los diferentes mecanismos de rescate, quieren controlar la emisión de estos informes, y como no pueden controlar su contenido directamente, exigen que se sepa la fecha exacta de los mismos. Lo mejor es que la razón que blanden para esta reclamación es el supuesto sesgo de las agencias de rating. Y no se trata tanto de la santidad inmaculada de estas organizaciones como de la intención de los gobiernos de la Unión Europea, que pretenden extirpar todo atisbo de juicio independiente. ¿No está más sesgada la opinión del gobierno?

¿Cuál es el mensaje que lanzan al mercado financiero? Pues, de la misma manera que un estudiante que exige agobiado saber la fecha del examen está gritando a voces que no estudia regularmente y no lleva la asignatura al día, los gobiernos europeos están diciendo que necesitan cierta "preparación" para dar la talla crediticia.

Obviamente, ni nosotros ni los mercados somos tontos, y habrá que descontar este efecto del resultado de los informes.

Ya espero grandes titulares con los buenos resultados de los exámenes. Sería el colmo que encima las evaluaciones no nos favorecieran. ¿Se imaginan?

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