Básicamente, el trato tiene dos pilares. Por una parte, los republicanos han pedido aplazar las rebajas fiscales a aquellos con unos ingresos superiores a 250.000 dólares anuales y, en contrapartida, los demócratas proponen alargar durante trece meses los subsidios de desempleo.
Este tema ha dado mucha controversia. Michael D. Shear, un periodista del New York Times se ha asombrado de que los enemigos más virulentos del Tax Deal hayan sido los partidarios del libre mercado. ¿Pero es realmente una contradicción?
Uno de los principios de los defensores del libre mercado, representado en Estados Unidos por algunos Tea Party, es un Gobierno pequeño basado en el principio clásico de presupuestos equilibrados en lo concerniente a las cuentas del Estado. La primera sorpresa de los partidarios del libre mercado es que muchos congresistas republicanos que aún no han jurado su cargo han tirado por el suelo todo aquello que habían prometido. El resultado del Tax Deal se traduce en un Gobierno más grande.
Presupuestos equilibrados y responsabilidad fiscal no significa, por definición, aumentar el gasto del Gobierno con más subsidios, más estímulos, ni permitir que la Reserva Federal derroche 600.000 millones de dólares con planes que no funcionan. Desde que Bernanke anunció la segunda inyección masiva (quantitative easing, o QE) los tipos a largo han subido más de un 10%. El objetivo era el contrario, es decir, que bajaran. Se está confirmando lo que ya rondaba en el mercado, y es que la FED no tiene suficiente capacidad de fuego como para bajar la rentabilidad del bono a 30 años y se centra en los plazos de 2 y 10 años. ¿Cuántos planes de estímulo vendrán? Al final el dólar no va a servir ni para envolver el bocadillo de la merienda.
A este descontrol de gasto, los políticos de Washington añaden otra locura que contradice la idea de presupuestos equilibrados: bajar impuestos. Los impuestos solo se pueden bajar si el Gobierno deja de gastar. Más gasto con menos impuestos garantiza más problemas en el futuro. Esa fue la política de Ronald Reagan que ha durado hasta hoy. Mientras que Reagan bajaba los impuestos con una mano, con la otra derrochaba lo que no tenía.
Los que se oponen al Tax Deal no han perdido la cabeza ni se limitan a decir no a todo. Simplemente aplican el más básico sentido económico. Solo hay un camino para que tanto Estados Unidos como los demás países mejoren las condiciones de sus ciudadanos: Gobierno pequeño, diminuto; dinero sano y presupuestos equilibrados. Cualquier fórmula que no sea ésta llevará a todas las naciones a nuevas burbujas, más impuestos en el futuro, más pobreza y mayor desigualdad social.
La discusión no viene en cuánto bajar los impuestos. Si los burócratas no estuviesen tan empeñados en crecer y aumentar conforme a sus intereses individuales y corporativistas, tendrían que dar por sentado que el objetivo de cualquier impuesto es rondar el cero por ciento. Los partidarios del libre mercado esperan, en Estados Unidos y el resto del mundo, que se creen políticas reales con recortes de gasto agresivos. No es difícil como nos quieren hacer ver. Lea este artículo de Andrés Velázquez, Propuestas en la WWW para reducir el déficit público. El autor se pregunta: ¿por qué no eliminar el Senado y ahorrarnos más de 3.000 millones de euros? Noruega, Suecia o Dinamarca no tienen Senado. ¿Y las pensiones vitalicias de los políticos? ¿Y las ayudas a sindicatos, partidos, fundaciones, etc.? Nos podríamos ahorrar más de 40.000 millones de euros.
Ningún político de ningún color, ni país, es bueno para el ciudadano. La revolución del Tea Party no se va a traducir en un cambio real. El problema ha sido que los americanos de buena voluntad han confiando sus derechos y prosperidad al monopolio de la fuerza, el de la política y el Gobierno. Seguimos sin encontrar el camino.