La capacidad de ser empresario (empresarialidad) es una característica de todos nosotros, que tenemos más o menos desarrollada y de la que sacamos mayor o menor partido. No consiste ni siquiera en poner en marcha una empresa, sino en estar alerta ante las posibilidades de mejorar tu situación, de sacar un beneficio (que no tiene porqué ser monetario). Por ejemplo, hacemos uso de nuestra empresarialidad cuando nos cambiamos de un empleo a otro. Es cierto, nos movemos entre nubes de incertidumbre, pero nos hacemos una idea de cómo puede ser nuestro futuro si seguimos un camino u otro, y tomamos el que pensamos que más nos va a beneficiar. Somos, en fin, empresarios.
Si es una capacidad que tenemos todos, si es parte de nuestra forma de actuar, ¿No estará al alcance de quien no tiene prácticamente nada, aparte de a sí mismo? Peter Bauer, que estudió in situ la industria del caucho en Malasia y la del cacao y el cacahuete en el África Occidental, vio que había numerosos pequeños empresarios en el tercer mundo, que con poco capital eran capaces de seguir las señales que envía el mercado (los precios), hacer una gestión racional de los recursos, y crear riqueza. Hernando de Soto ha mostrado en sus libros que si el sistema legal diera cobertura a los activos de los más pobres, si eliminara las barreras a su empresarialidad, tendrían mucho que aportar, enriqueciéndose a sí mismos y de paso a los demás.
Yunus ha seguido el mismo camino que Bauer y De Soto, pero en la práctica. Su país, Bangladesh, no es un ejemplo de definición y protección legal de la propiedad. Pero él ha dado con una fórmula para suplir esa carencia institucional, aprovechándose de las solidaridades interpersonales. Quienes soliciten los créditos han de hacerlo en grupos de cinco, de tal modo que cuando uno de ellos falle, sean los otros cuatro quienes se hagan responsables de la deuda. El resultado es que apenas un dos por ciento de los créditos quedan sin pagar.
Con lo que reciben, los deudores hacen de sus casas un lugar más habitable, o ponen en marcha negocios, empresas, que les permite entrar en la red de división del trabajo con gran provecho para ellos y la sociedad en la que viven. Yunus quiere superar la idea de que hay que dar ayudas a los más pobres. Hay que darles los medios para que se valgan por sí mismos. Y lo hacen.
El ejemplo del banco de Mohammad Yunus, Grameen, ha sido tan exitoso, que otros empresarios han querido sacar también beneficio de la capacidad de los pobres de crear riqueza. Es el caso de Spandana, en la India, que emplea a 2.000 personas y una cartera de clientes de 800.000 pobres. Los buenos deudores, que cumplen con sus obligaciones, ganan crédito ante el banco y pueden acceder a cantidades mayores. Una de las ventajas del microcrédito es que permite descubrir a nuevos empresarios donde más necesarios son. Los pobres pueden acabar con su situación.