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Marine Le Pen y el fin de la V República Francesa

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Se puede decir que el Frente Nacional es el primer partido de Francia.

A los periodistas, más que a los historiadores, nos gusta fijar fechas para el inicio o el fin de un cambio histórico. Yo soy muy reacio a ello, pero si hay que elegir un día para el fin de la V República Francesa, creo que la de las últimas elecciones presidenciales (7 de mayo en la segunda vuelta) no es la más adecuada. Tenemos que remontarnos al 25 de mayo de 2014, cuando fueron las elecciones al Parlamento Europeo en Francia, entre otros países. Allí, el Frente Nacional de Marine Le Pen fue el más votado. Pero el fin político de la República gaullista no está marcada tanto por esa victoria como por el fin del “frente republicano”, que en realidad ya venía de antes. Ese frente es el acuerdo verbal, práctico, de cerrar el paso al Frente Nacional en las segundas vueltas en las elecciones legislativas. Un acuerdo que explica que el FN, que no se sabe ahora si es el primer, el segundo o el tercer partido de Francia, tenga sólo dos representantes en la Asamblea Nacional.

Marine Le Pen ha modernizado el partido, y le ha otorgado un discurso que lleva a las mismas conclusiones nacionalistas, pero más asido a la realidad que el de su padre. Un discurso efectivo, que sostiene sus resultados electorales, y que incluso se ha filtrado por los otros grandes partidos. El efecto en los neo-gaullistas es un acercamiento a los postulados de Le Pen, pero manteniendo el europeísmo. El efecto en los socialistas ha sido brutal. Por un lado se ha visto en el giro impuesto por François Hollande con Manuel Valls, más “duro” con la inmigración, y por otro en la radicalización de la izquierda del partido, de la mano del antieuropeísmo que comparte con el FN. El resultado ha sido la ruptura del Partido Socialista.

Se puede decir que el Frente Nacional es el primer partido de Francia. Fue el número uno en las europeas de 2012, y perdió en las presidenciales frente a un candidato a partir del cual se ha creado un movimiento y que, a esta hora, después de las presidenciales, está creando un partido. Perdió, sí, pero pasó el corte que dejó fuera al resto de los partidos políticos. Pero en realidad, esta primacía no está muy clara. Necesita llevar a su partido a la Asamblea Nacional. Y eso no es fácil. Ese es el gran reto que afronta Marine Le Pen, y es lo que explica sus siguientes pasos.

El día de su derrota frente a Macron, anunció que iba a cambiarle el nombre al Frente Nacional. No sabemos cuál será, pero ahora que están de moda los nombres con una sola palabra, como Los Republicanos, que es lo que ha elegido el centro derecha francés para nombrar su club de la lucha, Le Pen querrá patrimonializar la idea de patria o nación, y será la candidata, probablemente, de Los Patriotas. La serpiente muda de piel porque ha crecido y la anterior la constriñe; eso ya lo sabíamos. La vieja piel le vinculaba todavía a su padre y su mundo, a pesar de haberle matado política y freudianamente.

Marine Le Pen se va a presentar como candidata a la Asamblea Nacional por Hénin-Beaumnot, distrito por el que ya se presentó en 2007 y 2012. En ambos casos perdió contra un contrincante socialista.

Ahora el Partido Socialista se debate entre la vida y la muerte, y el resultado es algo más incierto. Si Le Pen logra pisar el Parlamento, es muy probable que esté acompañada por algo más que dos diputados. Y desde ahí podrá hacer varias cosas. Una: perfilar su mensaje político. Ya ha reconocido que su proposición de sacar al país del euro ha “preocupado considerablemente” a muchos votantes, que acabaron rechazándola. Y ella está dispuesta a revisarla, y perfilar así la propuesta política de su nuevo partido. Por otro lado, ejercerá una oposición feroz a Macron, para postularse como única alternativa. Y, por último, preparará su candidatura a las elecciones presidenciales de 2022. Todo ello, claro está, si se convierte en diputada y obtiene un número suficiente de miembros del Parlamento como para hacer ruido.

Quien no le va a acompañar en este proyecto político es su sobrina Marion Marechal-Le Pen. Es una de los dos diputados del FN, y con 22 años fue la más joven de la Cámara. Le ha escrito una carta a un diario local, diciendo que abandona la política, y sus cargos de Diputada y líder de la oposición en el Consejo de Provence-Alpes-Côte d’Azur. Alega “motivos personales y políticos”.

Los personales son que tiene una hija de dos años y está divorciada desde hace uno, y quiere dedicarle más tiempo a su familia. De los políticos no ha dicho nada, pero son fáciles de entender. Se puso del lado de su abuelo cuando Marine Le Pen le expulsó de su propio partido. Marion es menos beligerante en el nacionalismo económico, pero más conservadora en lo social. Apoya las manifestaciones anti sesentayochistas de Manif pour touts, que Marine no apoya. Y no apuesta por una salida del euro. Está enfrentada con la líder de su partido, que ya ha dicho que no le entregaría un ministerio de tener esa opción, y con el número dos, Florian Phillipot, quien dijo en diciembre que su situación en el partido era “solitaria y aislada”. Marine seguramente tiene una visión política más amplia que su sobrina, pero Marion es mucho más brillante en un debate parlamentario, como ha demostrado en las últimas elecciones. Y el futuro del partido pasa, muy probablemente, por ella. 

Pero ese futuro parece ahora muy lejano. Lo más urgente es observar el proyecto de Marine Le Pen para acabar de volar la actual República, y sustituirla por una nueva dinámica política.

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