El lunes por la mañana, desde el Parador de los Reyes Católicos de Santiago de Compostela, la canciller alemana Angela Merkel, ofrecía una rueda de prensa conjunta con el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy. El presidente desgranó una a una las opiniones y posturas del gobierno respecto a cada una de las noticias y acontecimientos veraniegos: los conflictos armados, Cataluña, Francia, la energía, nada se le ha escapado a Rajoy. Por su parte, Merkel ha estado cariñosa, correcta y ha cumplido con creces para con quienes la han invitado a recorrer parte del Camino de Santiago.
Una conversación natural
Por lo que explicó Rajoy, entre paseo y paseo, arboleda y arboleda, en el incomparable paisaje gallego del Camino de Santiago, hablaron de todo. Se diría que la naturaleza favoreció el encuentro, que las meigas obraron sus beneficios y él y ella, ella y él, se comunicaron, compartieron opiniones, como si fueran amigos de toda la vida. Tanto fue así que Ángela ya ha hablado de los cimientos sólidos de una relación. Entre países, pero relación. Y es que el entorno hace mucho. Dónde va a parar. Entre las frías oficinas de Bruselas pisando moquetas y la alfombra verde de las tierras galaicas, qué elegirían.
En la rueda de prensa, que seguí por televisión y por Twitter a la vez, como debe ser, los periodistas trataban de descubrir mensajes ocultos entre tanta dulzura por parte de ambos. Y fueron saliendo. Merkel apoya a Luis de Guindos como sucesor de Juncker al frente del Eurogrupo. ¿De manera permanente o apoya una presidencia temporal? No se sabe, pero le apoya. Y eso es algo, es mejor que no apoyarle. Que ya imagino que la canciller se ha dado cuenta de que De Guindos es partidario de las políticas “lo-que-sea-menester”.
Es verdad que Pedro Sánchez ha apuntado que mejor buscar trabajo a los españoles que a Guindos, como si su partido no hubiera creado millones de parados y colocado simultáneamente a los ministros salientes dentro y fuera de España. No voy a hacer la lista por no hacer sangre.
También es verdad que hubo manifestaciones protestando por los recortes y la austeridad “a modo Rajoy”, es decir, una austeridad aumentando el gasto, menos, pero aumentando; unos recortes ineficientes, sin disminuir asesores pero tocando las narices.
Los periodistas metieron el dedo en la llaga, como debe ser, preguntando a Merkel por los malos datos de la economía alemana el pasado trimestre y a Rajoy por el referéndum ilegal de Cataluña.
No han respondido mal. Lógico, el abrazo al santo y el paseo por los bosques celtas debe dejar a uno bien templado. Que si los datos alemanes son puntuales, que si podemos seguir confiando en que Alemania va a ser la locomotora de Europa. Que si es un disparate el tema del referéndum, que si no se va a realizar, que si es ir en contra de la corriente unificadora de la Europa del siglo XXI. Sin grandes aspavientos pero con asertividad.
Merkel: dinero y crecimiento
Y así, en medio de tanta paz, de repente Ángela, en un arrebato sublime, al ser preguntados ambos por las medidas presentes y futuras del Banco Central Europeo, ha dicho textualmente: “Hay un error que se repite habitualmente: no es cierto que se consiga más crecimiento con más dinero”. Y habló de los tipos de inversión, de la innovación tecnológica, y de que el dinero no es riqueza.
Y yo recordé a Adam Smith y a todos aquellos quienes, unos cuantos siglos atrás, comenzaron a explicar eso mismo a los mercantilistas, que eran esos empresarios aliados a los gobiernos y a los bancos (¡qué cosa tan moderna! ¿no?). Mis ancestros ideológicos empezaron una cruzada que continúa, una peregrinación a lo largo del tiempo, comparable a lo s esfuerzos de Santiago el Apóstol en la tozuda Península Ibérica. Pero parece que es más rentable electoralmente hacer pensar a la gente que esos cristalinos de colores valen mucho más que el oro de las minas, y así nos venden por razones electorales medidas que devastan nuestra riqueza: la capacidad de ahorrar, de invertir, de crear empleo, de crear riqueza.
Rajoy, ante esa afirmación de Angela Merkel, ha mantenido un respetuoso silencio. Imagino lo que estaría pensando: “¿Entonces los reyes son los padres?”.