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Mi vida como un perro (con ébola)

Publicado en Voz Pópuli

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La pasada semana ocurrió un hecho que incendió las redes sociales, dividió a las familias, desenmascaró a muchos, escandalizó a otros y a casi nadie dejó indiferente. Se sacrificó a Excalibur, el perro de la auxiliar de enfermería contagiada por el ébola. Hay mucha rabia e impotencia en las reacciones de muchas personas, probablemente con razón, pero también una ocasión impagable para machacar al que está ahí arriba gestionando el país sea como sea.

Desde mi punto de vista, considerando exclusivamente la capacidad de movilización, la partida la han ganado los llamados animalistas. Pero ¿se puede extraer alguna lección de la semana pasada?

La verdad de los medios

En pleno fragor de la batalla de comentarios en las redes, una persona me respondía indignada cuando yo reconocía mi ignorancia respecto al ébola desde un punto de vista médico y cómo afecta a los animales, etc.: "Pues pon Antena 3 que están informando sin parar". Y se quedó tan ancha. Como si la televisión no sesgara, no pudiera ser manipulada, incluso cuando se entrevista a un médico. ¿Quieres informarte? Pon la tele. Y con esos mimbres se debate, se discute, se insulta y se pontifica, deporte nacional.

La responsabilidad de los medios es muy grande. Además de informar sin azuzar la alarma, pero sin omitir tampoco, han de reflexionar sobre los responsables en un país en el que no hay un único sujeto en quién descargar la culpa. Está la gestión, está la bondad o insuficiencia del protocolo, está la diligencia en el cumplimiento, está la información que la enfermera dio o no a los médicos cuando se encontró mal… Todo eso y probablemente más cosas, están encima de la mesa para ser escrupulosamente analizadas. Ahora que hay más contagios en otros países, parece que el discurso político se desactiva poco a poco, aunque el fuego encendido aún tiene brasa. Y no digo que no haya razones. Lo que digo es que todo es demasiado complejo como para que sea Ana Mato la única responsable. La única.

La defensa de Excalibur

Mi reflexión no va tanto por el lado del corazón. Sacrificar un animal porque sí no es lo mío. También creo que entre un humano anónimo y un animal anónimo, salvaría a un humano. No todo el mundo coincide en mi elección. Y luego está el tema de qué animal es al que hay que defender. No nos importan todos lo mismo. El perro acompaña al hombre desde hace miles de años. Si se tratara de una lagartija, de un gusano o de un mosquito no nos movería nada por dentro. Y el problema es el mismo: la transmisión. El perro no estaba infectado con un 100% de seguridad. Pero tampoco se podía afirmar que no lo estuviera. La opción para mi gusto habría sido donarlo a la ciencia para que lo aislara y estudiara el caso. Pero no sé si ese era el argumento de los animalistas porque creo que no están a favor del empleo de animales en la investigación científica.

Con todo lo radicales que puedan parecer, yo reconozco que han ganado esta batalla en los medios, aun cuando las autoridades hayan matado al pobre perro. La explicación no es mía, es de Yesenia Álvarez, joven pero brava defensora de la libertad peruana, amante de los animales y activista incansable.

Los defensores de los humanos ya tienen alguien que se ocupe, han delegado en el Estado, en los partidos, en los sindicatos, para defender su vida, sus derechos, sus problemas. Obviamente están defraudados porque esa defensa es fallida, incompleta. Porque al ceder su derecho a defenderse ellos, han abierto la posibilidad de que su lucha se manipule, se use a favor de tal partido político, de tal plataforma o, incluso, de tal persona. Los defensores de los animales por el contrario saben que están solos, que su lucha es suya, yson incansables, te argumentan sin complejos, te señalan con el dedo, salen de debajo de las piedras cuando alguien perjudica a un animal para denunciar, se van allí a protestar aunque sean tres. No importa en este momento si su argumento es falaz. Yo hablo de la batalla de la movilización. Ese modo de hacer ha ganado la opinión pública. Para mí es un ejemplo de quienes se involucran en la lucha por un ideal sin pretender que sea otro quien luche por ti.

Tal vez si las autoridades hubieran ofrecido la posibilidad de la investigación se habría salvado más de una vida, la de Excalibur y la de algún humano.

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