Miren, si no, a Bibiana Aído, la ministra orwelliana del Gobierno, que ha agradecido su compromiso con la igualdad a “los miembros y miembras del Congreso”. Se habían perdido en la memoria los “jóvenes y jóvenas” de la diputada Carmen Romero, “y griega” de nuestro “x”, Cicerón en negativo, que interrumpió el silencio más largo y minucioso de la democracia para darle una patada a la gramática de la que no se ha repuesto.
Pero ¿qué hay más propio del socialismo de la ESO que una miembra? El profesor de Educación para la Ciudadanía explicará que los géneros son roles sociales impuestos por una sociedad patriarcal, completamente aleatorios y arbitrarios. Y el de lengua, si es que esa asignatura no sufre el hachazo que el PSOE le ha propinado a la de Filosofía, se verá obligado a recordar acendradas y eficaces normas de nuestro idioma. Como que no hay que confundir el género y el sexo. O que hay más de dos géneros en español, que al masculino y al femenino le acompañan el neutro, el común, el epiceno y el ambiguo. Que hay palabras que no tienen la suerte de tener género determinado y están a la espera de que se lo otorgue un oportuno artículo, como ocurre con muchas profesiones. Vamos, que con hablar de los “miembros del Congreso” le hubiese bastado a la ministra para referirse a todos ellos, sin distinción de sexo.
Pero como el socialismo es también la lucha contra el mérito, han privado de ese tributo a las mujeres del Gobierno y las han convertido en cuotas, un nuevo éxito de Zapatero contra el machismo, del que la Aído es su máximo ejemplo. ¿Qué más propio que una ministra que no sabe ni hablar y que todo lo hace en nombre de la igualdad?
La Aído se ha puesto a violentar el español como si la Aído estuviese cumpliendo un capricho de ERC contra nuestra lengua. Pero no ha querido llevar su desafuero con todas sus consecuencias contra toda palabra privada de género propio. Jóvenes y jóvenas, miembros y miembras, jueces y juezas. Pero, ¿por qué no hablar de periodistos y periodistas, economistos y economistas, analistos y analistas?
Sí. Esa es la revolución pendiente; la última lucha del socialismo español contra nuestra lengua. ¡Ánimo, Aído!