Tasa de paro: Austria (5,1%) y España (24%). Porcentaje de trabajadores con contrato temporal: Austria (9,2%) – España (23,1%).
Desde hace años, Austria es un referente en materia de empleo. Prácticamente todas las cifras del mercado laboral del país centroeuropeo son positivas. Y sus datos sobre productividad, salarios o carrera profesional apuntan a una clase trabajadora eficiente, con una vida laboral exitosa, pocos períodos de tiempo en el paro y sueldos por encima de la media europea.
Sin embargo, cada vez que alguien en España plantea una reforma laboral para acercarnos al modelo austriaco (y a su referente más conocido, la famosa mochila) caen sobre él críticas de todos los colores. Este miércoles, era el Servicio de Estudios del BBVA el que presentaba su Observatorio Económico con una propuesta "para fomentar la indemnización indefinida". Desde que terminó la rueda de prensa que ofreció Rafael Domenech, economista jefe de Economías Desarrolladas de la institución, las reacciones no se han hecho esperar: que si la propuesta implica que el trabajador pague la indemnización con su sueldo, que si es un abaratamiento del despido, que si reduce las garantías de los empleados,… ¿Por qué nadie quiere parecerse a Austria?
La clave quizás esté en un dato que no hemos dado. En el país centroeuropeo, la indemnización por despido directa es igual a cero. Vamos, que hay un despido prácticamente libre. En España, las cifras son de 20 días por año en caso de despido improcedente y 33 días en caso de despido procedente. Claro, ahora la pregunta es si una cosa (el esquema para el despido) y la otra (las cifras de paro) tienen alguna relación.
La ‘mochila’
En realidad, cuando decimos que la indemnización es igual a cero podemos llevar a un equívoco. Porque mucha gente pensará que el trabajador despedido se queda sin nada. Y no es así. El modelo austriaco consiste en que los trabajadores van acumulando una bolsa de dinero cada mes. El empresario paga una parte del salario a estamochila, al igual que hace con las cotizaciones sociales.
Eso sí, con una diferencia: esa mochila no sirve para pagar las pensiones, ni los subsidios del paro. No es un sistema de reparto, sino de capitalización. Estamos ante una cuenta de ahorro individual, invertida en algún activo y que da rendimientos cada mes. Cada austriaco puede saber en todo momento a cuánto asciende su ahorro. Y cuando es despedido, su indemnización es su mochila.
Hay que aclarar que la propuesta del BBVA no van tan lejos. Su idea es un modelo mixto: la mochila sería equivalente a ocho días al año de salario. El resto, hasta los 20 días por año por despido procedente y los 33 días por despido improcedente (las mismas cifras que hay ahora mismo), lo pagaría el empresario como hasta ahora.
La segunda diferencia es que la indemnización sería creciente. En los dos primeros años de contrato, sería más barato despedir a un indefinido que a un temporal. La consecuencia parece clara: el número de contratos temporales caerá a mínimos. Sólo aquellas tareas que cubran necesidades muy puntuales se cubrirán con este formato.
Además, hay que tener en cuenta que la mochila austriaca va de la mano del contrato único. En este sentido, la propuesta del BBVA pide un contrato fijo que sea el que se use por defecto, con el complemento de uno temporal (con causalidad, es decir, para tareas de verdad temporales) y uno de aprendizaje para los recién llegados al mercado.
De esta forma, lo que se consigue es que todos los empleados sean fijos no a base de encarecer el empleo temporal (lo que se está haciendo en España), sino de hacer más atractivo el empleo fijo. Y a esto se añade que con este modelo se hundirían los costes de contratación y administración (ya no hay 80 modalidades diferentes para escoger), con los efectos positivos que eso podría tener, especialmente en el caso de las pequeñas empresas.
Las ventajas
Sea cuál sea el modelo (mixto o puro), a primera vista parece que las ventajas para el empresario de la mochila austriaca son claras. Cuando las cosas van mal en su compañía o cuando no está contento con el rendimiento de uno de sus empleados, no tiene que pensar en cuánto le costará despedirlo, porque el dinero de la indemnización está guardado en la bolsa de cada trabajador. Su decisión se basará sólo en la productividad. Lo principal en este sistema es que reduce la incertidumbre sobre los costes futuros, una cuestión clave en cualquier decisión empresarial como contratar a un nuevo empleado.
Pero para el empleado también hay aspectos muy positivos. En España, acostumbrados a un modelo de relaciones laborales muy diferente, puede sonar extraño, pero ese 5% de paro que tienen los austriacos deberían ser una pista de que ni mucho menos los efectos benéficos afectan sólo a las empresas:
– Todos fijos: puede que haya quien piense que no hay tanta diferencia entre empezar con un contrato fijo con una indemnización baja (o incluida entera en la mochila) y uno temporal. Al final, si el empresario te quiere echar a los dos meses, puede hacerlo y no le costará mucho.
Sin embargo, la relación laboral cambia por completo en uno y otro caso. Por ejemplo, según los datos del BBVA, la diferencia salarial entre temporales e indefinidos, a igualdad en el resto de circunstancias (edad, puesto, antigüedad), es del 15%. En parte es lógico que así sea, porque la productividad de unos y otros también suele ser muy diferente. Las empresas no se gastan dinero en formar a un empleado temporal y éste tiene un interés muy limitado en aprender tareas más allá de las que le ocupan el día a día o crecer en una empresa en la que sabe que estará apenas unos meses.
– Sin tope de indemnización: la mochila tiene una segunda ventaja muy clara para el trabajador. Ya no hay topes en el dinero del que dispondrá si es despedido. Actualmente, la ley fija dos límites (12 meses en el caso de despido procedente y 24 en caso de improcedente). Con la mochila, cuantos más años trabaje más crecerá su bolsa. Y además tendrá rendimientos de su inversión. Un trabajador despedido con 30 ó 35 años de antigüedad tendría un colchón mucho más grande que en la actualidad.
– ‘Tu’ mochila: quizás el elemento más importante del modelo. Cada fondo tiene el nombre y apellidos del trabajador. Es suyo. Si no es despedido y llega a los 65 años con la mochila intacta, tendrá un complemento muy interesante para su jubilación. Y si decide irse de la empresa para hacerse autónomo o reorientar su carrera, también podrá utilizar este dinero para mantenerse unos meses (ahora, en caso de baja voluntaria, lo pierde todo). Y si se cambia de empleo, se lleva sumochila con él.
De esta forma, se eliminan los efectos perversos que la indemnización por despido tiene en España. ¿Cuántos trabajadores hay que no cambian de trabajo por miedo a perder los derechos adquiridos? ¿Cuántas personas están en un puesto que no les gusta sólo para conservar la indemnización? ¿Cuántos no se lanzan a la aventura de poner un negocio propio por no tener ahorros para sostenerse unos meses? La movilidad del mercado de trabajo y la productividad de toda la economía saldrían muy benefiadas de un cambio de modelo en este sentido.
– Ganan los más productivos: con el sistema actual en España, las decisiones laborales muchas veces no se toman en función de los méritos, sino del coste del despido. Así, cuando un empresario necesita reducir su plantilla (por ejemplo por una caída de las ventas), lo lógico sería que prescindiera de su peor trabajador, aquel que menos aporta al conjunto. Pero en nuestro país, hay otro factor a tener en cuenta: el coste del despido. Así, se puede dar la injusta situación de que el despedido sea el miembro más productivo de la plantilla, pero también el último en llegar (es el más barato de echar). Eso es malo para los empleados más productivos, pero también para la empresa.
¿Y esto quién lo paga?
El gran tema de discusión a lo largo del día ha sido el del coste del nuevo sistema y la discusión sobre quién paga la mochila. Los que se oponen al modelo razonan del siguiente modo: si ahora un empresario te paga 1.000 euros y le obligan a dar un 2,19% para la mochila (según la propuesta del BBVA), a partir de ahora reducirá el sueldo en ese porcentaje. Esto tiene una cierta lógica. El empresario lo que mide son los costes laborales. Por lo tanto, si cree que el trabajador vale 1.000 euros, podría parecer que le reduce el sueldo en esta cantidad. Pero hay que hacer unas cuantas puntualizaciones:
- La mochila la paga el trabajador igual que paga las cotizaciones a la Seguridad Social a cargo del empresario. O por decirlo de otra manera: todo lo paga la empresa y luego es artificial diferenciar entre unas cosas y otras. Son costes laborales y punto. Si alguien sostiene que imponer la mochila austriaca reducirá los salarios; debería también defender que rebajar las cotizaciones sociales los subiría. Pero esto último nunca se dice.
- Habría que preguntarse si en la actualidad las empresas pagan esos 1.000 euros teóricos. Es muy dudoso que sea así. El empresario sabe que si despide a alguien tendrá que pagar una cantidad, que será muy importante en el caso de los fijos. Por lo tanto, es muy probable que reduzca su sueldo potencial para cubrirse las espaldas ante esta eventualidad (en vez de 1.000, le paga 950 y los otros 50 los guarda por si los necesita para despidos). En ese caso, no habría ninguna diferencia para el empresario en lo que respecta al modelo con mochila (o una diferencia menor); mientras, el empleado saldría ganando, porque ese dinero que ahora la empresa guarda por si acaso iría destinado a su bolsa.
- No hay que olvidar las ganancias de productividad y cómo se traducen en los sueldos. Como apuntamos anteriormente, los fijos cobran más que los temporales incluso a igualdad en el resto de condiciones. Y este salario más elevado puede compensar de sobra la supuesta pérdida por el 2,19% de la mochila.
- No sólo es que los fijos cobren más. Es que tienen muchas ventajas: no pierden días entre un contrato y otro, reciben formación, pueden subir de puesto en la empresa con más facilidad, etc… ¿Compensaría esto a ese famoso 2,19%?
- Por último, hay que recordar que la mochila también es salario. Sí, es cierto, no se cobra mes a mes, pero se acumula para el trabajador. Es decir, incluso aceptando que el empresario reduzca el sueldo en ese 2,19% (y hay que poner todos los peros apuntados anteriormente), eso no implica que se quede ese dinero. Cuando el trabajador sea despedido, se vaya a otra empresa o se jubile recuperará sus fondos. Por lo tanto, incluso en el peor de los casos, a medio plazo no pierde nada.
- Por ejemplo, el caso del trabajador en la situación más débil: un empleado temporal en una actividad cíclica, que sabe que prescindirán de sus servicios en unas semanas. En la situación actual piensa que recibe el máximo que el empresario está dispuesto a pagar por él. Y puede temer que con la mochila austriaca su próximo contrato, aunque indefinido, se reduzca un 2,19% en el sueldo neto. Pero si es despedido a los dos meses (como le pasa ahora cuando se termina su contrato) recibirá ese porcentaje, que estará acumulado en su bolsa. No habrá perdido nada.