"¿Sabías que Montoro fue comunista?". De este modo tan rotundo se expresaba recientemente uno de los antiguos profesores universitarios del hoy ministro de Hacienda. Esto no significa que militase en el antiguo PC –como se ha llegado a afirmar– o que perteneciese a alguno de los dos grandes sindicatos (UGT y CCOO), puesto que ambos extremos han sido desmentidos por sus allegados, pero sí, al menos, que "simpatizó" durante su juventud con dicha ideología. Montoro fue uno de los primeros licenciados en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Autónoma de Madrid, que, por entonces -primera mitad de los 70-, era uno de los principales referentes antifranquistas del país. En aquella época, y bajo la fuerte influencia que había dejado tras de sí el mayo del 68 en la vecina Francia, el comunismo campaba a sus anchas en el movimiento estudiantil español, sin necesidad de blandir carnet, especialmente en la Autónoma.
Desde este punto de vista, se podría decir, por tanto, que el joven Montoro no se diferenciaba en exceso del resto de su quinta, ya que casi todos los universitarios de dicho centro profesaban ideas de izquierda, y ésta, en la España de entonces, se identificaba, básicamente, con el comunismo. No en vano, el socialismo brillaba por su ausencia como movimiento organizado durante la dictadura. De hecho, cabe recordar que, una vez iniciada la Transición, el PSOE no renunció al marxismo como ideología oficial del partido hasta la celebración del congreso extraordinario de 1979.
Uno de sus compañeros de promoción ya señalaba en su día que Montoro era un estudiante "inquieto socialmente, rebelde ante todo", además de ser "crítico con la dictadura", pero sin protagonizar un "activismo llamativo". “Lo suyo era el estudio, la lectura, los planteamientos teóricos”. Es decir, comulgaba con dichas ideas, pero desde la trinchera, sin necesidad de sufrir las molestias y apuros propios de la lucha obrera en las calles, corriendo delante de los grises. Casualmente, su primera mujer, funcionaria del Estado, destacaba por profesar una profunda militancia de izquierdas. Hecho que, sin embargo, no le impidió aceptar el cargo de subidrectora general de Gestión Económica y Financiera del Ministerio de Justicia bajo el Gobierno de José María Aznar, del que formaba parte su marido.
Mucho se ha hablado de los precedentes falangistas de destacados miembros de la izquierda española, pero no tanto de los antecedentes ideológicos de la actual cúpula del PP. En este sentido, el pasado izquierdista del hoy ministro de Hacienda no deja de ser una mera anécdota, salvo por el hecho de que su particular evolución política arroja, al menos, algo de luz sobre la sorprendente, y aún más dañina, estrategia fiscal desarrollada en los dos últimos años. Y es que, a diferencia de otros muchos excomunistas reconocidos, Montoro nunca superó la infección colectivista inoculada en sus tiempos de juventud, ya que transitó de cabeza hacia la socialdemocracia. Y ahí se quedó, para desgracia de los sufridos contribuyentes españoles. Rectificar es de sabios, pero perseverar en el error, aunque sea parcialmente, es síntoma de necedad.
Así, años más tarde congenió con el partido socialdemócrata que fundó Francisco Fernández Ordóñez, poco antes de unirse a la UCD de Adolfo Suárez. Hasta el propio Montoro admite en privado que fue un "rojo desteñido" en los tiempos de la Transición. "Desteñido", quizás, pero "rojo" al fin y al cabo. Por ello, su pensamiento político se caracteriza, sobre todo, por tener una "deriva social de primer orden", según señala su círculo más cercano. Montoro considera que “lo social ni es ni puede ser patrimonio exclusivo de los partidos de izquierda”. ¡Y tanto! Basta observar su desempeño al frente de Hacienda para percatarse de que el PP, gracias a él y a la inefable dirección de Rajoy, ha logrado adelantar por la izquierda tanto al PSOE como, incluso, a IU. Ni en sus sueños más húmedos habrían ideado los progres una confiscación tributaria como la orquestada por el ministro.
Así, mientras que el Gobierno del PSOE elevó la presión fiscal en 20.000 millones en 2010 y 2011, el PP la ha disparado en 31.000 millones entre 2012 y 2014. También ha sido el PP, no el PSOE, el que ha castigado a las empresas españolas con la mayor subida de impuestos de Europa; y a los trabajadores con el mayor aumento fiscal de la OCDE, hasta el punto de que los mileuristas españoles pagan ya más IRPF que alemanes y franceses; y a los autónomos los ha machacado con un histórico incremento del 20% en sus cuotas a la Seguridad Social. Por no hablar de los aberrantes abusos y la elevada inseguridad jurídica que ha propiciado Montoro en su guerra abierta contra el fraude fiscal. Su único objetivo al respecto ha sido recaudar lo máximo posible, al coste que sea necesario, sin importar el brutal daño infligido a familias y empresas. Todo con tal de mantener el sobredimensionado e insostenible aparato estatal en pie.
De ahí, precisamente, su rotundo fracaso a la hora de equilibrar las cuentas públicas. En esto, el PP tampoco se ha diferenciado un ápice del PSOE. España sigue registrando un déficit próximo al 7% del PIB, el mayor descuadre fiscal de la Zona Euro, mientras que la deuda pública ya supera el 94%, su nivel más alto desde 1909, y avanza sin remedio hacia el umbral del 100%. ¿Recortes? ¿Contención? ¿Ahorro?… ¿Dónde? Si el capital extranjero ha rebajado la tensión sobre el mercado de deuda española no ha sido gracias al ridículo plan de ajuste del Gobierno popular sino a la promesa lanzada por el presidente del BCE, Mario Draghi, a mediados de 2012, con su ya célebre "haré lo que sea necesario" para salvar el euro. Traducción: compraré toda la deuda española e italiana que haga falta para evitar la quiebra de ambos países.
Ahora, a la vista de su evolución ideológica, se entiende mucho mejor el antes y después de Montoro en materia de impuestos tras ser nombrado ministro de Hacienda. El auténtico Montoro, el de verdad, es el actual. El otro, el que defendía bajar impuestos y reducir gasto público para impulsar la recuperación, hablaba por boca del político obediente que asume a pies juntillas y sin rechistar el postulado que en cada momento convenga electoralmente a su partido. "Montoro, creo que te has convertido en un socialdemócrata", advertía Esperanza Aguirre para expresar su total rechazo a las numerosas y constantes subidas de impuestos aprobadas por el ministro. Se equivocaba usted, doña Esperanza: Montoro nunca ha dejado de ser un rojo descafeinado… o no tanto.