Desde que el PSOE tomó el poder no hemos parado de ver este tipo de prácticas. Aumento de la persecución fiscal, continuos favores a los constructores, aumento de la corrupción política, leyes totalitarias como las de sanidad, cesión total a grupos como la SGAE o Prisa, raudales de nuestros impuestos destinados a los ociosos actores o el caso Endesa, entre muchos más ejemplos.
Los "razonables desplazamientos de las estructuras económicas libres" que mencionaba el profesor Krüsselberg se han vuelto irracionales fenómenos de expulsión del orden espontáneo de la económica privada para convertirse en decretos y órdenes del Gobierno. Las buenas intenciones en manos de los políticos se han convertido en degeneración y manipulación. Como decía José Carlos Rodríguez sobre el caso de Endesa, la política económica del PSOE es fascismo puro y duro.
Y es que la historia se repite. La economía del fascismo es la unión entre grandes grupos privados y el Gobierno para conseguir unos fines "sociales", nunca liberales, donde sólo una élite se beneficia a expensas de la sociedad. La mejor forma de conseguir saquear con facilidad es prometer de todo poniéndole el adjetivo "social" y, con esta excusa, el ciudadano medio se deja manipular y robar.
Ya lo dijo Bernard Baruch, asesor del Gobierno norteamericano en la primera mitad del siglo XX, "vota al que menos prometa; será el menos decepcionante". El Gobierno del PSOE no para de prometer. Y cuando el Gobierno promete algo, se lo quitará a otro mediante la fuerza. En el momento que el Gobierno lo promete todo, el saqueo y caos es absoluto. Demasiadas deudas tiene que pagar este Gobierno. Deudas que estamos pagando nosotros.