Tuve que frotarme los ojos al leer en la prensa local el siguiente disparate: «Metropolitano y el Cabildo (de Tenerife) proyectan tranvías en el extranjero». Las mal llamadas empresas públicas están abocadas al más estrepitoso fracaso por muchas razones; las dos principales son que no disponen de los incentivos adecuados y que se mueven por decisiones políticas y no económicas.
El mercado es un proceso por el que los distintos individuos que lo conforman tienen incentivos para descubrir las ineficiencias existentes y convertirlas en beneficios empresariales que revierten en el conjunto de la población. Este fenómeno es conocido entre los economistas como el de eficiencia dinámica del mercado. Así, cuando un empresario descubre que existe una descoordinación en el mercado, se juega su capital para lograr un beneficio a la vez que satisface las necesidades de la sociedad.
Voy a intentar explicarlo con más claridad con el siguiente ejemplo. Cuando Bill Gates, en 1983, crea Windows, lo hace porque descubre que el uso de los ordenadores sólo estaba al alcance de unos pocos debido a los complejos sistemas operativos que existían hasta la fecha. De ahí que decide crear un nuevo sistema para que hasta su madre pudiera usar un ordenador. Sin duda, Bill Gates es uno de los hombres más ricos del mundo gracias a ello, pero también ha satisfecho las necesidades del conjunto de la sociedad y nos ha hecho más ricos a todos.
Sin embargo, las empresas públicas como Metropolitano, que actúan con el dinero exigido a los ciudadanos, no se mueven por decisiones económicas, sino por decisiones políticas, que frecuentemente persiguen réditos electorales, y en algunos casos por intereses personales de políticos, que suelen terminar en corruptelas que les enriquecen a costa de los recursos generados por la sociedad.
Además, los dirigentes políticos de estas empresas carecen de incentivos económicos para reducir los costes y maximizar los beneficios y así encontrar soluciones eficientes, debido a su incompetencia y al abuso de poder, que termina muchas veces llevando a un incremento del gasto público, o sea, que los ciudadanos tendremos que pagar más impuestos.
El Cabildo de Tenerife en vez de seguir despilfarrando el dinero de los tinerfeños en trenes, yogures o parques eólicos, lo que lo llevó a deber a los bancos, según publicó ABC, cerca de 300 millones de euros, debería dejar la producción de los servicios a la ciudadanía y preocuparse de eliminar las trabas empresariales que existen en Canarias para evitar la quiebra que se avecina y en la que nos han metido los políticos imprudentes que llevan gobernando nuestras islas más de 20 años.