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No se puede tener todo

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No he pasado por ninguna de las dos experiencias, pero siempre he pensado que si la gracia de esos restaurantes no es la comida, ésta, que no es la protagonista, no tiene porqué ser buena ni tener un precio adecuado. De hecho me dicen que ese es, precisamente, el caso.

Lo mismo ocurre en otros ámbitos de la vida, como por ejemplo la economía. Nuestro entusiasta y optimista presidente, el que confunde la economía con el estado de ánimo y éste con la propaganda, va de un plan para fomentar la economía a otro, todos con igual resultado. Uno de ellos pasa por el fomento de las energías renovables. Si la gracia de este sector es que resultan menos contaminantes, no tiene porqué darse la casualidad de que ofrezcan, además, una relación entre el valor del producto y el coste que lo haga especialmente atractivo para la inversión. Pero como se desea fomentar por sus consecuencias ecológicas, se inunda su producción de dinero público.

Zapatero pretende haber dado aquí con esos nichos panglossianos en los que se siente feliz, realizado. Creamos empleo. Respetamos el medio ambiente. Y él en el centro de todo ello. Dos caras de la moneda, las dos buenas. Y aunque esas monedas las pagamos los españoles, él es quien las saca de la bolsa, el que hace el discurso, y quien se lleva la gloria.

Solo que la economía es territorio desierto para Pangloss. Y es que destinar esa cantidad de dinero a un sector que, sin él, no tendría las mismas dimensiones no es una forma de crear empleo, sino de destruirlo. Un reciente estudio elaborado por la Universidad Rey Juan Carlos calculaba que el Estado ha vertido unos 30.000 millones de euros en esta industria. De haberse empleado en otros usos productivos, habrían creado 3,2 empleos por cada uno creado por las energías renovables. Quiere ello decir que por cada nuevo empleo de este sector hay una destrucción neta de 2,2. Si la gracia de dedicar dinero público es que las energías son renovables, no tiene porqué darse la circunstancia de que sean económicamente beneficiosas. Y parece, además, que no es el caso.

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