Como en todas las grades fiestas se han disparado las alarmas sobre los "videojuegos violentos". Amnistía Internacional ha presentado un informe donde "denuncia" que "los videojuegos siguen promoviendo los abusos de los derechos humanos y, en concreto, fomentan roles y estereotipos discriminatorios hacia las mujeres ‘e incluso a veces’, se fomenta la violencia de género".
Con esto podemos extraer algunas conclusiones importantes sobre cómo actúan los grupos de presión, la autoridad represiva del estado, y su opuesto, el libre mercado.
Si lo miramos como individuos productores, el que fabrica "videojuegos violentos" tal vez se sienta más realizado haciendo puzzles educativos o estampitas de la Virgen María, pero eso no le permitiría llegar a final de mes, o conseguir el nivel de bienestar al que aspira.
Aquel capaz de advertir qué quiere la comunidad y satisfacerla actuando únicamente bajo su propio riesgo, es un benefactor. El empresario de videojuegos ayuda a los padres a mantener unidos los lazos familiares; el creador de "videojuegos violentos" también mantiene una empresa enriqueciendo a sus trabajadores, proveedores, acreedores, contratistas, intermediarios, clientes empresariales y accionistas con su propio esfuerzo y talento; no necesita subvenciones estatales, su principal sustento es el plebiscito del cliente. ¿No queremos "impulsar" el tejido tecnológico en España? Si es así, cometemos una contradicción intentando prohibir o restringir los llamados "videojuegos violentos".
Pensemos también en la educación familiar y nuestra libre elección. El responsable de la educación de su hijo no es ningún grupo de presión, ni el estado, ni ningún videojuego, sino usted. Usted elige cómo educar a su familia. Ese es el don del libre mercado: relaciones individuales, pluralidad y transacciones voluntarias entre las partes. El libre mercado satisface las necesidades de todos, ya sea del padre que quiere regalar a su hijo un puzzle educativo, una estampita de la Virgen María, un coche eléctrico, un DVD, o un "videojuego violento".
En contra de la armoniosa y pacífica forma en la que actúa el libre mercado, vemos como los grupos de presión y el estado se oponen al pacifismo comercial constantemente. Ellos no quieren diversidad, sólo desean imponer su pensamiento único, y para conseguir su elevada visión no dudan en crear leyes discriminatorias, demandas judiciales, multas e incautaciones al empresario creativo para abolir la riqueza y pluralidad de la comunidad: ¡qué todos los productores vendan "puzzles educativos", y sino, confiscaremos su negocio! Con estos mensajes y prácticas criminales le están imponiendo a usted cómo comportarse y cómo educar a su familia. Imagínese que el estado, sin preguntarle a usted (como siempre hace), decide considerar inmoral los coches eléctricos, y acto seguido restringe o prohíbe su venta. Por más políticamente correcto que pueda parecer a los grupos de presión, ¿estará de acuerdo, o lo verá como una agresión a su libre elección?
¿Por qué criminalizar algo que no daña a nadie? Los detractores de la libertad le darán mil torpes excusas; pero lo que intentan venderle es incomerciable, por eso aplican la fuerza: acatamiento, obediencia y servidumbre usando la amenaza de las leyes y castigo. A nadie le gusta ser un sirviente, por esa razón los redentores de la producción disfrazan sus ideales con la disimulada "dictadura de las buenas intenciones".
Que no le digan lo que ha de hacer ni como educar a su familia. Haga lo que usted quiera, y satisfaga a su hijo aunque sea con un "tenebroso, violento, sexista y discriminatorio videojuego". La felicidad y amor familiar no entienden de política ni histéricos prohibicionistas, si hacemos caso a estos redentores de la producción en contra de nuestra voluntad, corremos el riesgo de volvernos sus sirvientes.