A esta ardua labor se dedican dos informes anuales, uno elaborado por la Heritage Foundation y el diario The Wall Street Journal, y el otro por los institutos Cato y Fraser. Este último, titulado Economic Freedom of the World (EFW), salió el pasado viernes a la luz pública, en su edición de 2006. Su objetivo es otorgar para cada país una puntuación del uno al diez, en función de la media que obtengan en cinco ámbitos: el tamaño del Estado, la estructura legal y la seguridad de los derechos de propiedad, el acceso a un dinero sano, la libertad de comercio internacional y la regulación del crédito, el trabajo y los negocios.
Año tras año, el país que encabeza ambos informes es Hong Kong (con 8,7 puntos), al que en el EFW le siguen Singapur (8,5), Nueva Zelanda, Suiza, Estados Unidos (8,2), Irlanda y el Reino Unido (8,1). En el extremo opuesto, encabezando la represión económica, varios países africanos. Y otros, que de tan represores no están ni en el informe, como Corea del Norte o Cuba. Sobresaliendo sobre la magra realidad de sus continentes, Chile, que ocupa el vigésimo lugar, y Botswana, 35.
Y a hacer números. Resulta que el cuartil de los países más libres tiene una renta media de 24.402 dólares y un crecimiento real del 2,1 por ciento por cada ciudadano, que vive 77,8 años, mientras que en el cuartil de los más reprimidos hablamos de 2.998 dólares, un descenso del 0,2 por ciento en la renta per cápita, y una esperanza de vida que no pasa de 55 años. Los países más libres progresan más tienen menos trabajo infantil (0,3 por ciento frente a 19,3 por ciento) y luchan más eficazmente contra la pobreza. Pásmense, la libertad funciona.
Lo que nos permite ser moderadamente optimistas, ya que según el mismo estudio, la libertad de los ciudadanos del mundo en el ámbito económico no ha dejado de ampliarse desde el primero de los informes, redactado en 1980. Entonces la media mundial era un 5,1 y el de 2006 (aunque elaborado con datos de 2004, último año para el que hay datos completos y fiables) la media es de 6,5. En este tiempo, de los 102 países controlados por el EFW 98 han mejorado y sólo 4 se han hecho más represores.
Todo esto está muy bien. A los economistas, en general, les gusta jugar con números, buscando todas las combinaciones posibles, y tratando de acercarse con ellas a la verdad, aunque sea sin mirarle a la cara. Porque esto de vivir en sociedad, de lo que la economía es su aspecto más fundamental, es un conjunto interrelacionado de complejos procesos que no se dejan tomar medidas como lo haría un maniquí. Pero tenemos la ventaja, como observadores, de que están protagonizados por personas. Y sabemos de lo que hablamos. Por ello mucho economistas, desde antiguo, no han necesitado de los buenos informes sobre el estado de la libertad económica en el mundo para saber que cuanto más libres, mejor.