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Pedro Sánchez, vendedor de humo global

Publicado en La Información

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El ritmo de crecimiento del empleo, de acuerdo con la nota informativa del Banco de España, también se moderará.

Leo con perplejidad las declaraciones de nuestro presidente no electo, Pedro Sánchez, en el foro económico organizado en Nueva York por la Cámara de Comercio España-Estados Unidos y ‘El País’. A pesar de las posiciones tan contrapuestas del equipo de Sánchez respecto al Gobierno de Trump, Sánchez se presenta como un hospitalario receptor de inversiones. No sé si Trump olvidará la frase de Borrell que se refería a Estados Unidos como un ‘cowboy’ del oeste por su política contra el narco-dictador Nicolás Maduro, en Venezuela. O el poco alineamiento con las políticas estadounidenses respecto a Cuba. O la autorización de fondeo y repostaje de buques de guerra rusos que fueron empleados en la guerra de Siria y en el conflicto con Ucrania, que sentaron tan mal en la Casa Blanca. Todo eso parece quedar atrás. En esta nueva era, Sánchez entiende que somos aliados, especialmente en lo económico. Más vale tarde que nunca, podríamos pensar.

Sin embargo, las frases de Pedro Sánchez suenan huecas. Efectivamente, no hay datos que respalden sus buenas intenciones. Y, para más escarnio, las declaraciones coinciden con el informe del Banco de España en el que deja muy claro que las perspectivas en los próximos semestres no son tan esperanzadoras como el presidente ha transmitido en su encuentro económico.

Sánchez afirma textualmente que «el ciclo no se ha agotado para España, el crecimiento se está desarrollando de manera más equilibrada y hemos acumulado ventajas competitivas en la última década que no se van a diluir, como el menor endeudamiento de empresas y familias». Frente a eso, el Banco de España prevé que “el dinamismo de la actividad tienda a moderarse a lo largo del horizonte de proyección. En términos de las tasas medias anuales, tras crecer un 2,4% de 2018, el avance medio del PIB se situaría en el 2% en 2019 y en el 1,7% y el 1,6% en cada uno de los dos años siguientes. En comparación con las proyecciones anteriores, el crecimiento del PIB se revisa a la baja en cuatro, dos y una décima en cada uno de los tres años”.

No solamente eso, el ritmo de crecimiento del empleo, de acuerdo con la nota informativa del Banco de España, también se moderará. Los analistas de esta institución consideran que, a pesar de todo, a finales de este año el paro se situará en un 12,5%. Comparado con el 23,67% al que llegamos en el año 2014, como consecuencia de la crisis, no está mal. Pero comparado con el 7,5% que es la tasa media de paro de la zona euro en julio, parece obvio que seguimos en el vagón de cola, junto con Grecia.

Con todo y con eso, lo que más me preocupa no son estos datos. Ni siquiera la evidente dependencia de nuestra economía de la evolución de los riesgos externos, como el Brexit o la posible recesión alemana. Lo que me produce auténtico vértigo es el párrafo en el que analiza el ámbito interno, donde afirma que “persiste un elevado grado de incertidumbre acerca de la orientación futura de las políticas económicas y de la adopción de medidas que permitan elevar la capacidad de resistencia de la economía española ante un posible empeoramiento del contexto macrofinanciero global y aumentar su crecimiento potencial”. Somos muy vulnerables y existe una gran incertidumbre respecto a qué somos capaces de hacer si empeoran los vientos dentro o fuera. ¿Qué inversor va a estar dispuesto a animarse a invertir en nuestro país?

No queda ahí la cosa, prosigue el análisis del Banco de España, afirmando que “se dispone de pocos detalles acerca del curso futuro de la política fiscal, en un contexto en el que el todavía elevado nivel de deuda publica hace que las finanzas públicas españolas sigan presentando elementos de vulnerabilidad ante eventuales perturbaciones adversas”. Y Sánchez con aire triunfalista declarando que quiere lograr que España ayude a «fortalecer la arquitectura institucional del euro para afrontar posibles crisis». Y para ello, asegura estar dispuesto a cumplir con los objetivos de deuda y déficit públicos establecidos por la Unión Europea. Me produce sonrojo imaginar a los analistas estadounidenses informados que simplemente hayan echado una mirada ligera a la evolución de la economía de nuestro país en estos meses en los que Sánchez maneja nuestra billetera. Debieron pensar que les tomaba por tontos. ¡Qué manera tan obscena de vender humo!

¿Qué imagina Sánchez que puede atraer a los inversores estadounidenses, si no es la estabilidad, la resiliencia financiera, la reducción de incertidumbres, el fomento del ahorro y la inversión, de la empresarialidad? Eso, por no mencionar el incierto curso de la política fiscal, que es sombrío y puede empeorar aún más con subidas de impuestos que mermen nuestro poder de compra y expansión del gasto, entre otras cosas para pagar favores electorales.

Pero ¿cuál es la mejor de todas las frases que Sánchez les dedica a los empresarios estadounidenses? No hay duda: «Los inversores son imprescindibles, les queremos y les necesitamos». Y ya lo siento, pero no puedo evitar que me venga a la cabeza, en blanco y negro, el gran Pepe Isbert con la boina calada hasta las cejas haciendo la lista de regalos y al pueblo guapeado liderado por Lolita Sevilla, cantando “Os recibimos, americanos, con alegría; ole mi madre, ole mi suegra y ole mi tía”, en la magistral película de Luis García Berlanga, ‘Bienvenido Míster Marshall’. ¿Recuerdan el desenlace de la historia? Pues mucho me temo que va a ser parecido: los americanos pasan de largo y ni regalos, ni inversores, ni nada. Disculpas por el spoiler, no lo he podido evitar.

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