La izquierda norteamericana utiliza constantemente la raza como arma o como escudo, según convenga.
Uno de los nombres que se rumorea podría ser sacrificado en el altar demócrata como contendiente de Trump en 2020 es el de la senadora Elizabeth Warren. Muy izquierdista, profesora de Derecho en Harvard, en su primera campaña al Senado se supo que había utilizado unos supuestos ancestros cherokees para justificar que la universidad la fichara como minoría étnica, algo que en el ideologizado mundo académico casi garantizaba su contratación por la llamada discriminación positiva. De hecho, Warren se identificó como minoría étnica desde 1986 hasta 1994, el año en que ganó su plaza y no le hizo falta fingir más. Porque Warren es más blanca que la ropa de un anuncio de detergente. Aun así, siempre intentó justificarse, llegando a decir que sus padres tuvieron que fugarse para casarse en secreto porque para sus racistas abuelos paternos su madre era demasiado india.
Daba un poco igual, porque, presentándose por Massachusetts, tenía el asiento garantizado aunque asegurara haber pisado la Luna. Pero a nivel nacional sí que le cortaba las alas. La derecha lleva burlándose de Warren desde aquella primera campaña y, como no podía ser menos, eventualmente Trump la tomó con ella, llamándola «Pocahontas» delante de una audiencia de indios norteamericanos. Muy ofendida, Warren publicó este lunes las pruebas irrefutables de lo india que es. En concreto, tiene un único ancestro indio… entre la sexta y la décima generación. Es decir, una gota de sangre india entre 64 o 1024. Algo que, según un estudio publicado por el New York Times, demostraría que tiene incluso menos antepasados indios que el norteamericano blanco medio. Y encima el genetista que le ha hecho el trabajo no ha comparado sus genes con los de indios norteamericanos –que al parecer no son muy favorables a hacerse pruebas de ADN–, sino con mexicanos y peruanos. Hasta la Nación Cherokee la ha puesto a caldo por hacerse pasar por uno de ellos.
Eso no ha impedido a los medios socialdemócratas publicitar que Warren ha aportado «pruebas sólidas» de que tiene ancestros indios; porque si hay algo que hacen los medios en Estados Unidos, y los españoles que se limitan a copiarlos, esdefender la posición del Partido Demócrata, por más ridícula o racista que sea. Como han hecho lanzándose en tromba contra el rapero Kanye West desde que la semana pasada se reuniera con Donald Trump en la Casa Blanca. Chris Evans, el actor conocido por su papel como Capitán América, lo ha despreciado como «alguien que no sabe de historia, no lee libros y enmarca su miopía como virtud». El cómico antaño divertido Jimmy Kimmel lo ha calificado de «loco irracional». El rapero Snoop Dogg lo ha acusado de ser un «tío Tom», mientras el presentador de la CNN Don Lemon se reía abiertamente cuando sus colaboradores lo llamaban un «negro nominal» que debía ser intercambiado en un «draft racial» porque los negros «han acabado con él».
El pecado de Kanye West, a quien antaño se calificaba como el tipo más inteligente en el negocio de la música, es que se ha acercado a Trump, un presidente republicano. Y como el Partido Demócrata necesita que el 90 por ciento de los negros siga votándole incondicionalmente si quiere seguir teniendo algo de poder, los medios y artistas a su servicio, que son prácticamente todos, deben atacarlo e insultarlo sin freno. Si logran que rectifique, perfecto. Si no, al menos se garantizan que nadie más se aparte públicamente del redil.
La izquierda norteamericana utiliza constantemente la raza como arma o como escudo, según convenga. No se podía criticar a Obama porque si lo hacías eras racista. Trump no podía burlarse de Warren porque «Pocahontas» era un insulto racista. Kanye era lo mejor y criticarlo era racista cuando estaba en el redil; ahora no sólo podemos denigrarlo, sino que como somos los buenos no somos racistas por hacerlo. Ese mecanismo ya nos lo conocemos aquí. Morgan Freeman, poco sospechoso de derechismo, ya declaró hace años que la única forma de conseguir que el racismo desaparezca es dejar de hablar de la raza de este o aquel. Algo que jamás sucederá mientras a la izquierda le siga viniendo bien para embaularse el voto negro.