El resultado electoral de Podemos ha sorprendido a todo el mundo. También a su Líder Supremo, que esperaba arrasar en estas elecciones y se ha quedado a doce eurodiputados de cumplir su objetivo. El golpe ha sido duro –sólo había que ver la cara de Iglesias la noche electoral–, pero lo cierto es que cinco escaños para un partido que tiene tan sólo cuatro meses de vida es un resultado más que aseado, como podrían decirle muy bien en el PSOE y en IU.
Pablo Iglesias –nombre para dirigir un partido de izquierdas por el que cualquier asesor electoral mataría a su abuela con sus propias manos– no ha venido a la política para gestionar los asuntos públicos mejor que los actuales gobernantes. Él ha venido a traernos la democracia, que es algo muy distinto. El matiz es importante porque añade al programa político una dimensión ética que justifica cualquier medida contra los que entorpezcan su desarrollo, como ha ocurrido siempre en los países en que los defensores de estas ideas han llegado al poder.
Ocupados como están en "construir la democracia", sintagma con el que finalizan los seis epígrafes de su programa electoral, los dirigentes de Podemos no han prestado demasiada atención a las medidas concretas que proponen para salir de la crisis. Ahí han ido a lo rápido: arrasar con todo lo que produzca riqueza o darle una paga estatal a todo ser humano por el mero hecho de serlo, una medida esta última que parece mentira que no se le haya ocurrido a los otros partidos, con lo bien que suena para captar el voto de la juventud. Su programa económico implica nacionalizar el 80% del IBEX 35 y el 90% del PIB, y ni aun así sería posible atender todos los gastos que proponen, pero en un grupo de amiguetes izquierdistas, que no tienen la menor idea de cómo se genera la riqueza ni han gestionado jamás un presupuesto público, estos detalles carecen de interés.
El salto a lo público, aunque sea en un lugar tan prescindible como el muy inútil parlamento europeo, va a agudizar las contradicciones de este movimiento asambleario, porque no veo yo a Iglesias pidiendo la suspensión de una votación en Estrasburgo hasta que los 237 comités de igualdad de Podemos emitan un dictamen previo al referéndum online para decidir el sentido del voto de los cinco eurodiputados. Acusaciones de autoritarismo, insidias entre las distintas corrientes del aparato, traiciones y posibles escisiones son riesgos que Polpotito tendrá que asumir actuando con mano dura cada vez que las circunstancias lo requieran. Y eso contando con que en el partido no aparezca un trincón, que, con la millonada que les va a caer de ahora en adelante del bolsillo de todos los españoles, tampoco es algo que podamos descartar. Los próximos meses, hasta las elecciones generales, van a ser apasionantes, ya lo verán.