Para buscar alianzas políticas frente a los intereses del pueblo, la izquierda y la derecha procuran asustar a sus súbditos frente a la competencia
Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Las izquierdas en general y Podemos en particular presumen de novedosos, de ser «el cambio», nada menos. Y en realidad son más viejos que el hilo negro. Me pasan unos amigos liberales murcianos una notable declaración de Lola Sánchez, europarlamentaria de Podemos, que está en contra del libre comercio, como cualquier fascista que se precie.
Según recogió La Verdad de Murcia, la señora Sánchez advirtió de que el comercio libre va a perjudicar a la agricultura europea, es decir, exactamente lo mismo que dice la ultraderecha de Marine le Pen.
Los argumentos de Podemos remiten a cochambrosas falacias, como que la libertad es mala para las empresas pequeñas. Pretendió asustar frente al Tratado de Libre Comercio entre Europa y Estados Unidos (TTIP) alegando que la industria agroalimentaria americana «no tiene nada que ver con la europea», puesto que son «grandísimos monstruos que cotizan en bolsa» frente a las “pequeñas y medianas producciones europeas, como las de la Región de Murcia”. Esta milenaria fantasía ignora el hecho de que en el mercado no es el grande el que triunfa, sino el más competitivo, que no es lo mismo: la historia económica abunda en ejemplos de grandes empresas que fracasan y empresas pequeñas que prosperan. Y, por supuesto, ignora el hecho evidente de que todos somos débiles frente a la coacción política y legislativa, una notoria desigualdad que a los progresistas les trae sin cuidado.
Para buscar alianzas políticas frente a los intereses del pueblo, la izquierda y la derecha procuran asustar a sus súbditos frente a la competencia. En este caso, aluden al enorme peligro que los ayuntamientos habrán de afrontar si en un concurso público tienen que tratar de igual manera a una empresa extranjera que a una nacional. Así, doña Lola Sánchez afirmó que esa libre competencia hará que los ayuntamientos sean los más «afectados» y los que van a ver más «recortadas sus capacidades legislativas y regulatorias». Anunció dramáticamente que estamos ante un «golpe de Estado a la democracia». El alcalde de Cartagena se apresuró a añadir que considera la posibilidad de declarar el suyo «municipio insumiso del (sic) TTIP”. Nótese que lo que está en cuestión es la capacidad arbitraria de los políticos para favorecer a unos empresarios frente a otros, y así poder apoyar… al que cueste más dinero a los ciudadanos.