Sin embargo, no deberíamos dejar que esta degeneración política pervierta a la ciudadanía hasta convertirla en receptiva a cualquier barbaridad que se lance desde los púlpitos.
Dice Blanco, meses después de que su Gobierno jurara en todos los credos posibles que en España no se subirían impuestos, que el Ejecutivo está dispuesto a "incrementar ciertos impuestos" para garantizar la "inversión pública". Pero, como la dosis de demagogia izquierdista no puede faltar en la ecuación, sólo se subirán impuestos a las rentas más altas: "Soy partidario de ayudar a los que más lo necesitan y si para ayudar a los que más lo necesitan en momentos de dificultad los que tienen más recursos tienen que apretarse el cinturón, habrá que decirlo con claridad a la sociedad".
Desde luego se trata de un paso en la buena dirección, ya que el agente económico que, con diferencia, más fondos maneja en España y que más desequilibradas tiene sus cuentas es el Estado; y dentro de la Administración Central, uno de los ministerios que más despilfarra es, precisamente, el de José Blanco.
Si el ministro de Fomento quisiera aplicar su lógica elemental a arreglar algo el entuerto económico actual, y no a empeorarlo todavía más, concluiría, como muchos llevamos concluyendo desde hace más de dos años, que es imprescindible que el Estado reduzca de manera muy sustancial sus gastos para poder reducir también de manera enérgica los impuestos.
Pero como esto de la Economía es algo que se le atraganta al Gobierno, parece que Blanco con lo de "apretarse el cinturón" quiere decir que el PSOE cree necesario robar a los pocos que todavía generan algo de riqueza en España para que sus obesos y adiposos Ministerios sigan engordando de manera compulsiva. Se han vuelto adictos a derrochar nuestro dinero y, por lo visto, ya no les basta con los 100.000 millones de euros que se habrán pulido a finales de este ejercicio para desgracia y ruina nuestra, de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos. La voracidad de esta gente no conoce límites; tal vez ahora se vea más claro por qué Zapatero estaba obsesionado con clausurar los paraísos fiscales antes de inaugurar su particular infierno fiscal.
Ahora bien, ni siquiera sin paraísos fiscales conseguirá evitar el PSOE que los inversores nacionales y extranjeros comiencen a huir de España debido a su cada vez mayor deuda pública, su rigidez laboral, su ruinoso modelo energético, su intervencionismo político en la vida empresarial y, ahora, su presión fiscal en ciernes de explotar. Subir los impuestos a las rentas más altas no es la medida más social que pueda adoptarse en momentos de crisis, sino la más suicida.
Desde luego los keynesianos se están cubriendo de gloria: más gasto, más déficit, más crisis, más gasto y déficit de nuevo y, finalmente, más impuestos. Ejemplar manera de gestionar una economía de la que los argentinos tendrán que tomar nota: todavía hay gente que puede hacerlo peor que ellos.