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Por un zapaterismo fiscalmente asfixiante

Publicado en Libertad Digital

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Los primeros presupuestos –y ojo que podrían ser los últimos– del rajoyato y la montoría ya son públicos. ¿Novedades? Ninguna. Zapaterismo bis pasado por la máquina de recaudar. ¿Reformas? Menos aún. Muchas leyes, mucho apretarle el collar al contribuyente y mucho repetir la palabra social, ese término comodín tras el que se esconde la cruda realidad clientelar que ha arruinado a nuestro país.

El Estado seguirá gastando más de lo que ingresa per saecula saeculorum, medio país seguirá manteniendo al otro medio mientras la política y los que a ella se dedican, causantes en última instancia de todo el desastre, salen indemnes. Luego, cuando esto se termine de ir al garete que arree el que venga. 

Los primeros presupuestos –y ojo que podrían ser los últimos– del rajoyato y la montoría ya son públicos. ¿Novedades? Ninguna. Zapaterismo bis pasado por la máquina de recaudar. ¿Reformas? Menos aún. Muchas leyes, mucho apretarle el collar al contribuyente y mucho repetir la palabra social, ese término comodín tras el que se esconde la cruda realidad clientelar que ha arruinado a nuestro país.

Los presupuestos de 2013 nacen como papel mojado tres meses antes de que de comienzo el año. Esto es así porque parten de una falacia capital: la presunción de que los ingresos serán los que estime el Gobierno conforme a unos cálculos que a Montoro, maestrillo de Hacienda Pública y contable mayor del Reino, se le dan muy bien hacer. Desde 2008 los sucesivos Gobiernos se refocilan en el mismo juego con un resultado fatal que se ha traducido en déficits disparados enjugados con dinero prestado.

El jueguecito hasta ahora ha salido bien porque el Gobierno español tenía acceso al crédito exterior, un crédito que hoy está más que agotado. Los que todavía prestan al despilfarrador Estado español, padrastro de 17 carpantas regionales, lo hacen porque, una de dos: o son bancos españoles que, por obligación, hacen ese favor al amo y señor de la Moncloa; o saben que detrás están los contribuyentes alemanes que, a una mala, se terminarán haciendo cargo del desaguisado. Aún así no todos se fían, razón por la cual la prima de riesgo no baja de los 400 puntos ni tirando de ella con una cuerda.

Ante una situación extrema como la que padecemos cabían dos opciones. Una atarse los machos y reformar de un modo integral un Estado insostenible por su tamaño y organización interna. Esa reforma implicaría reducir el Estado a la mitad, sí, a la mitad, que es lo que los españoles podemos permitirnos trabajando medio año para él. Luego ya podría debatirse si esa mitad está centralizada o descentralizada, eso realmente es lo de menos.

La otra era hacer lo que ha terminado haciendo Rajoy. Apuntalar el zapaterismo añadiéndole una carga fiscal asfixiante que, a lo largo del próximo año, será la responsable de llevar la economía nacional al colapso y al Gobierno de Rajoy a la desintegración. No será porque no lo hemos advertido.

Subir impuestos, todos los impuestos, para mantener abierto el grifo del gasto suntuario tiene un recorrido muy corto. El espejismo de crédito ilimitado con el aval de mister Draghi no tardará en desvanecerse y la recaudación no es que vaya a bajar, es que ya está bajando de un modo alarmante y seguirá haciéndolo porque, en España, lo único que funciona a pleno rendimiento es la cinta de transferencia de renta entre la arrastrada economía productiva y un atrofiado aparato estatal que dilapida lo que otros producen.

En las arcas públicas no entra un euro a pesar de que las tasas e impuestos son mayores y más numerosos que hace un año. Una parte de la economía se ha parado en seco, la otra se ha sumergido para subsistir en el mercado negro, única vía de escape para cada vez más españoles. La sudamericanización de España queda de este modo consumada. Una elite cleptócrata que vive al margen de la realidad enchufada a un presupuesto menguante pero próvido con el poder y sus amigos. Una clase media depauperada, frita a impuestos, cuyos miembros más jóvenes empiezan a fiarlo todo en la emigración. Un solar productivo plagado de regulaciones donde nadie invierte, los de dentro porque no pueden y los de fuera porque no se fían.

Esta es la España que forjó Zapatero y que Rajoy ha consolidado como modelo referencial para todo país que, de aquí en adelante, quiera arrojarse por el precipicio. 

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