La semana pasada comentamos los orígenes totalitarios de la educación pública. Desde un principio fue una enseñanza reglada por y para el Estado; el poder político esperaba –y espera– construir súbditos que le rindan pleitesía. El socialismo necesita alimentar la mentira, la farsa y la ignorancia para sobrevivir. La educación pública es una colosal lavadora de cerebros que insufla valores colectivistas, antirreligiosos y anticapitalistas.
Mucho se ha criticado –y con razón– el abuso adoctrinador que los partidos nacionalistas han hecho del sistema de educación público, especialmente en Cataluña y el País Vasco. Pero no deberíamos olvidar que el mismo proceso, si bien con mucho mayor disimulo, se está llevando a cabo en el resto de España. Los nacionalistas adoctrinan en la raza, y los socialistas de todos los partidos adoctrinan en el antiliberalismo.
El sistema público horada las bases de nuestra convivencia y de nuestra libertad. Semejante maquinaria de control social debería desaparecer de inmediato: tanto por el intolerable saqueo fiscal practicado por el Estado como por las mentiras e insidias que inyecta a los alumnos.
Una vez más, hay que exigir la completa separación de la escuela y el Estado, hay que defender la libertad de elegir de los padres. Pero ¿en qué consiste esa libertad de elegir? ¿Realmente existe alguna alternativa viable al sistema público de educación? En este artículo vamos a hablar de dos alternativas: la escuela privada y la educación en casa (homeschooling).
La escuela privada
La alternativa más obvia a la escuela pública es la privada. Por escuela privada entiendo aquella institución absolutamente separada del Estado, tanto en el aspecto financiero como programático. La concertada, aunque en muchos casos presenta un grado de apertura y libertad mayor que la pública, sigue en la práctica subordinada a la regulación pública, en tanto buena parte de sus fondos los obtiene del Estado.
La escuela privada es superior a la pública tanto en libertad como en calidad. Los padres pueden elegir los colegios privados que mejor representen y difundan los valores en que quieren educar a sus hijos. No hay necesidad de homogeneizar e igualar a todos los alumnos. Cada familia tiene la opción y la libertad de elegir la formación de sus hijos.
Así mismo, poca gente discute –ni siquiera los izquierdistas– que la calidad de la escuela privada es superior a la de la pública. Generalmente, la izquierda suele explicar esta diferencia por la mayor dotación de medios de las privadas: si la escuela pública dispusiera de la misma cantidad de fondos, sostienen, obtendría resultados equivalentes a los de la privada.
Olvidan, claro está, que el gasto en educación no ha dejado de incrementarse durante las últimas décadas, parejo al radical empeoramiento de la calidad en la escuela pública. En realidad, la diferencia fundamental entre la escuela pública y la privada no es la cuantía de los recursos, sino el origen de los mismos. Cuando un empresario quiere obtener dinero debe ofrecer un producto de calidad que sirva al consumidor. Cuando el Estado quiere obtener dinero, le basta con subir los impuestos.
Un empresario privado está siempre buscando mejores profesores, mejores materiales y mejores métodos docentes. Los profesores, a su vez, se ven compelidos a mejorar y a aprender continuamente. En este proceso competitivo, los padres van seleccionando aquellos colegios que, a su juicio, tienen mayor calidad. Los peores empresarios y profesores quiebran, liberando medios y recursos que serán aprovechados por los mejores empresarios y profesores. En el mercado opera un círculo virtuoso que va mejorando día a día la educación de los individuos.
Por el contrario, la educación pública se preocupa más por granjearse el apoyo de los políticos. Sus clientes no son los padres, sino los burócratas. Es más: lejos de perseguir la superación, las escuelas públicas tienen obvios incentivos para empeorar. Si un colegio público es eficiente, automáticamente verá recortados sus fondos, que irán a parar a otros centros "más necesitados". En el sistema público conviene emprender grandes e improductivas inversiones para recibir ingentes sumas de dinero. Los directores que reducen costes ven disminuida su financiación.
Los profesores, por su parte, son funcionarios que tienen asegurado el puesto de por vida. No necesitan realizar un buen trabajo, ni mejorar su formación continuamente. Al profesor funcionario le basta aparentar que enseña a los alumnos, no necesita hacerlo realmente. Tal y como decían en los obreros de la URSS: "Ellos hacen como que nos pagan y nosotros hacemos como que trabajamos".
La educación pública padece un círculo vicioso de degeneración: control político, despilfarro gestor y contratos vitalicios. Todos los componentes para minimizar el esfuerzo y maximizar la financiación. Cuanto menos se trabaja, más excusas hay para pedir fondos. La quiebra en el sistema público es imposible, por muy malo que sea un colegio y su administración.
A pesar de las indudables ventajas de la escuela privada sobre la pública, los izquierdistas suelen justificar a ésta aduciendo razones de equidad. Sin la escuela pública, aseguran, no hay igualdad de oportunidades. Los pobres sólo podrían optar, en todo caso, a escuelas privadas de muy baja calidad.
Por desgracia para su verborrea, el profesor James Tooley se ha encargado de derrumbar estos mitos, que no por muy divulgados son menos falsos. Tras varios años de investigación en el Tercer Mundo, Tooley ha concluido que incluso los habitantes más pobres de los países más pobres tienen acceso a una educación privada de calidad, al menos, tan alta como la de la pública.
En concreto, en estos países más de dos terceras partes de los alumnos acuden a escuelas privadas. El gasto de dichas escuelas para pobres oscila entre el 7 y el 12% de la renta familiar mensual. En la mayoría de los casos, además, la calidad de las escuelas es superior a la ofrecida por la educación pública.
Si en el Tercer Mundo incluso los más pobres tienen acceso a educación privada de calidad, ¿acaso alguien duda de que en España, una vez se nos hubieran devuelto los impuestos que dedicamos a financiar una educación pública manirrota, también los más desfavorecidos (que, en todo caso, son más ricos que los ricos de esos países) tendrían acceso a una educación privada de calidad? La respuesta es evidente para todo el mundo salvo para aquellos que están empeñados en utilizar el sistema público de educación para adoctrinar a los españoles.
Educación en casa
Si bien la escuela privada es una mejora muy sustanciosa con respecto a la pública, la alternativa real se encuentra en el homeschooling, o educación en casa. Las escuelas privadas siguen basándose en esquemas gregarios donde una pluralidad de alumnos atiende colectivamente a un mismo profesor. Este modelo puede ser válido para las clases "magistrales" y especializadas de las universidades, pero se muestra claramente ineficiente en los niveles primarios y medios.
El homeschooling es un movimiento en expansión en EEUU, donde ya hay más de un millón y medio de niños que están siendo educados en casa. De hecho, en España todos los padres se dedican, en cierta medida, al homeschooling hasta que endosan sus hijos a un jardín de infancia o la escuela primaria. Los niños aprenden con los padres a caminar, a hablar, a leer y, en buena medida, a escribir.
La educación en casa parte, pues, de la idea de que extender esa formación hasta edades más avanzadas es sumamente beneficioso para los niños. De hecho, en EEUU la formación, tanto cultural como moral, de los homeschooled es infinitamente superior a la de los alumnos de la escuela pública o privada. Como nos explica Pablo Molina en su excelente análisis del tema, "en una de las investigaciones más exhaustivas realizadas al respecto, los escolares educados a través del Homeschooling en el Estado de Pennsylvania acreditaron una media de percentil 86 en lectura y un percentil 73 en matemáticas, tomando como percentil 50 la media nacional del sistema estatal". En la práctica es bastante frecuente encontrar a homeschooled recibiendo galardones nacionales por su inteligencia, preparación y cultura.
Recientemente, Kelly Kuerstein ofreció en nuestro país una serie de charlas en las que animaba a los padres disconformes con el adoctrinamiento de la LOE a practicar el homeschooling. Kuerstein relató alguna de las hazañas de la enseñanza en casa: "En EEUU, universidades como Harvard, Yale, etcétera, buscan a sus alumnos para que ingresen (…) a edades más tempranas, entre 15 y 16 años (…) Uno [de sus hijos] tradujo La Eneida a los 12 años, mientras que otro, a los 15, estudia Biología a nivel universitario".
El homeschooling es, por otro lado, mucho más barato que las escuelas públicas o privadas. La mayoría de los materiales necesarios se encuentra disponible gratuitamente en la Red –los recursos son innumerables: basten tres ejemplos en inglés (I, II y III) y uno en español–, y los padres pueden combinar el trabajo con la educación de sus hijos. Es habitual que varias familias con unos mismos valores morales establezcan sistemas rotatorios para dar las clases.
La crítica más habitual que suele hacerse a este método de enseñanza es la falta de socialización de los hijos. ¿Dónde encontrarán amigos si no acuden en manada a la escuela? Sin embargo, la objeción carece de fundamento. Algunos estudios recientes, como el del National Home Education Research Institute, han descubierto que los homeschooled son más sociables, entusiastas y extravertidos que los alumnos de las escuelas convencionales.
La educación pública segrega a los niños por edad, y el abuso escolar es harto habitual. Los alumnos están obligados a acudir a unas aulas donde pueden ser maltratados e insultados por grupos de jóvenes excluyentes. Si de algo no puede presumir la educación pública es de ser un espacio de concordia, integración y amistad.
El homeschooling permite combinar una excelente formación académica con un entero desarrollo moral. Los niños no sólo aprenden más y mejor, sino que son educados a la luz de las convicciones morales de sus padres. Una sociedad libre requiere de individuos libres, y la libertad pasa por reforzar los vínculos voluntarios y naturales, como la familia, frente a las cadenas totalizadoras del Estado.
Tras la LOE, quedan incluso más patentes las pretensiones absolutistas de nuestros políticos. Ya sea a través de la escuela privada o, preferentemente, de la enseñanza en casa, hemos de evitar que el Estado, tal y como pretendía el partido comunista ruso, nacionalice a nuestros hijos.