Rubalcaba lo sabe, y María Teresa Fernández de la Vega sabe que lo sabe, lo que resulta bastante más divertido. Porque si alguien piensa que una herramienta de espionaje tan avanzada en manos de nuestro ministro del Interior va a ser utilizada solamente para realizar escuchas a la oposición, es que no conoce las nuevas tecnologías ni la capacidad para la intriga de D. Alfredo.
Controlar los movimientos y las conversaciones del adversario siempre es útil para un Gobierno sin escrúpulos, pero mucho más lo es hacerlo con los verdaderos enemigos: los compañeros de Gabinete. Los rumores apuntan a que Rubalcaba no soporta a De la Vega, la cual no puede ver ni en pintura a la Chacón, que a su vez quiere dimitir como ministra para que Zapatero, al que le importan un pimiento los problemas de sus ministros y menos aún los de España, la nombre candidata a la Generalidad de Cataluña en lugar de Montilla. Demasiados odios cruzados para que el gerente de SITEL no saque el correspondiente provecho tocando las teclas adecuadas, nunca mejor dicho.
De la Vega, confiando ingenuamente en la discreción de los organismos implicados, afirma que España no ha sido la responsable de la inflación de puterío que se vive en cierto pueblo somalí gracias al dinero recibido por la liberación del atunero. La vicepresidenta ha fiado su palabra para desmentir algo que la lógica y los hechos contravienen frontalmente y esa es una herramienta que en manos de Rubalcaba puede llegar a ser letal.
Para saber de verdad lo que ha ocurrido con el rescate del Alakrana sólo hay que preguntarle al ministro del Interior en su próxima rueda de prensa. Con lo nervioso que anda últimamente es capaz de soltarlo todo a poco que se le presione. Es sólo cuestión de insistir.