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Primero primarias

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Ese reparto infinito en la responsabilidad, ese disolvente universal de la moral que es el reparto igualitario e indiscriminado hará de las futuras derrotas sin cuento del PP eventos más y más extraordinarios y memorables.

Hay una ideología que es como el éter: está en todas partes y estamos tan acostumbrados a movernos de ella rodeados que apenas la percibimos. Es ese pensamiento débil que es destilación de las ruinas ideológicas y morales del progresismo, un panbuenismo que tiembla ante ideas como la responsabilidad personal. La sociedad es la culpable, todos somos responsables, las intenciones eran buenas y demás. No es de extrañar que todo lo que suene a liberalismo, que es libertad y es responsabilidad, no pase el filtro de SSS, el filtro del éter ideológico y de la moral diluida.

Que los partidos no tienen aprecio al mandato constitucional del funcionamiento democrático para ellos, todos lo sabemos. Que el PP comparte ese desdén no habrá quien lo niegue mirando al espejo. Pero ya hay quien, dentro de ese partido, ha visto la necesidad de lograr que la amplia base social que lo sustenta tenga voz y voto en su destino, y pide esa democracia de abajo arriba en forma de primarias. Sus promotores se han echado atrás, pero han dado lugar con su iniciativa a uno de esos movimientos que se alimentan de la ilusión de la gente por mejorar las cosas; y no habrá quien lo pare.

Las primarias cambiarían a aquel partido. Su destino no se decidiría por la autorréplica del aparato, sino por el sentir de sus afiliados, que sería también el de sus votantes. Y la presentación de distintas candidaturas forzaría a los candidatos a retratarse, a hablar a sus militantes sobre sus propias ideas para el futuro. El debate ideológico de que habla Esperanza Aguirre sería ya inevitable, y así se vería quién pide perdón por existir tomando de prestado las ideas de los rivales y quién se sabe superior precisamente por no mendigar los deshechos ideológicos de otros.

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