Irreverente y poco respetuosa, la campaña era una muestra más del disgusto que produce a muchos los avances materiales de nuestras sociedades.
En Italia, el ministro de Medioambiente ha lanzado recientemente la posibilidad de prohibir la circulación de estos vehículos en las ciudades, pero es más probable que prospere la sugerencia del presidente del Parlamento de elevar los impuestos sobre estos coches. La idea ha sido expresada también en España, y como no nos faltan políticos con más sentido del populismo que escrúpulos, no sería de extrañar que una medida así acabara por imponerse.
Se trataría de un nuevo impuesto sobre el vicio, como los que gravan al tabaco o al alcohol con el objetivo moralizante de que se los consumamos menos (ya sabemos lo que cuidan nuestros políticos por la salud moral del país) y de paso que aumentemos nuestra contribución a las arcas públicas. Es una idea extraña esa de que los probos representantes públicos pueden darnos lecciones de moral. Pero es que, además, es muy difícil, por no decir imposible, que tengan una idea más clara que el propio consumidor de lo que realmente necesita.
Yo no sé qué imagen tendrá el lector de sí mismo. Tengo la misma información sobre usted que la que podría tener un regulador o un inventor de impuestos, una de las tareas menos nobles de la historia. Pero cabe pensar que si una persona está dispuesta a hacer un desembolso importante para comprarse un coche, si tiene que entregar una cantidad que le va a obligar a renunciar a otras cosas valiosas, es improbable que sea por mera frivolidad. Yo tiendo a pensar que cada uno tiende a ser responsable cuando se trata del propio dinero para el consumo personal o de su familia.
Un estudio de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, elaborado en 2001, reveló que los SUV eran tan seguros como cualquier otro coche, a excepción de los más grandes, que resultaban mucho más protectores de la vida de sus ocupantes. Una de las críticas de esos coches que circulan entre quienes buscan argumentos en su contra queda, por tanto, desmentida. Por lo que se refiere al consumo, otra excusa típica contra los SUV, los coches nuevos emiten menos CO2 al ambiente que los antiguos, y éstos, cuya incorporación al mercado no tiene la antigüedad de otros, se benefician del avance tecnológico. Además, están sometidos como los demás a los estándares europeos en materia de emisiones.
La mala costumbre de demonizar el consumo pierde sus orígenes en la noche de los tiempos, pero se resiste a desaparecer pese a que el desarrollo de nuestra civilización está inextricablemente unido al crecimiento del consumo. O precisamente por eso. Pero consumir es satisfacer nuestras necesidades de forma directa, y es el objetivo de toda producción. Cuando políticos, economistas, intelectuales y gente de la calle habla de las necesidades sociales, lo están haciendo del consumo de cada uno de nosotros.