Mariano Rajoy y su ministro de Hacienda han certificado, por si había dudas, que comparten el principal mensaje de sus rivales políticos en lo que hace referencia a los impuestos.
Lo peor de la subida de impuestos que este viernes ha aprobado el Consejo de Ministros no es el destrozo que causará en la estructura productiva española, que será muy duro, sino el mensaje que manda este Gobierno otra vez, nada más llegar a La Moncloa, con puenticidad y alevosía, como aquel fatídico 30 de diciembre de 2011. Los 7.500 millones que recaudarán (y eso habrá que verlo, porque las previsiones recaudatorias de Cristóbal Montoro no se han cumplido en los últimos cinco años) no servirán para cuadrar las cuentas del Estado ni de la Seguridad Social.
Su consecuencia más duradera será propagandística: Mariano Rajoy y su ministro de Hacienda han certificado, por si había dudas, que comparten el principal mensaje de sus rivales políticos en lo que hace referencia a los impuestos: que en España se pagan pocos, que hay que castigar a grandes empresas y a los sueldos medio-altos, que los impuestos a las empresas no tienen consecuencias en los trabajadores o que se pueden subir los costes laborales sin que se resienta el empleo. No sólo eso, queda claro que lo que se supone que defiende su partido es apenas una estrategia electoral destinada a convencer a unos pocos incautos la próxima vez que se encuentren ante una urna (bueno, no tan pocos, hablamos de casi ocho millones de españoles que todavía les votan).
Los mensajes:
Rajoy y Montoro creen que pueden burlarse de su electorado
Es más, no es que lo crean, es que lo han hecho por segunda vez en cinco años. En 2011 había pocas excusas para ignorar por completo su programa electoral en materia fiscal. Habían prometido semanas antes que nunca harían lo que hicieron y tuvieron que recurrir a la excusa del agujero oculto dejado por Zapatero. Ahora, con el país creciendo al 3%, excusas no hay ninguna.
Por eso resultaba insultante ver este viernes al ministro riéndose en la rueda de prensa, mientras aseguraba a los periodistas que nunca habían hablado de una rebaja general de impuestos, amparándose en una retorcida mezcla de los programas de 2011 y 2015 y ocultando las promesas que estos contienen. Y pasando por alto todas las veces que los líderes populares dijeron hace cinco años y también en los últimos meses que no subirían la carga fiscal que soportan los españoles.
Desde aquí aconsejamos al ministro que compruebe que el primer compromiso en material electoral del programa del PP para las últimas elecciones era: «Dar prioridad a la reducción de la carga tributaria que enfrentan los ciudadanos y atender desde el ámbito fiscal sus necesidades e inquietudes». Y su primera promesa en este epígrafe: «Rebajaremos la carga fiscal de los ciudadanos, asegurando que los beneficios de la recuperación económica llegan a todos los hogares».
Eso sí, Montoro mientras tanto se agarra al tecnicismo de que el programa electoral no dice nada del Impuesto de Sociedades (y no dice nada, es verdad, pero ni de subidas ni de bajadas) y se olvida de todo lo demás. A partir de ahora, todo lo que el PP no haya negado de forma taxativa se entiende que lo puede hacer: como no dijo en campaña que no iba a subir Sociedades y cotizaciones un mes después de formar Gobierno, está legitimado para hacerlo. Es la nueva doctrina Montoro: si no digo nada, te la clavo.
Los colaboradores
La pregunta sería por qué Rajoy y Montoro vuelven a engañar de esta manera a sus electores. Pues muy sencillo, porque su principal objetivo es mantenerse en el poder y aplacar a la prensa biempensante, que en España es mayoritariamente de izquierdas. Como además están convencidos que les seguirán votando hagan lo que hagan, pues creen que lo tienen sencillo.
Lo cierto es que en esto no parecen andar muy desencaminados y es algo que cada votante popular deberá preguntarse esta noche: cuánto estoy dispuesto a soportar. Porque habrá quien piense que la principal responsabilidad de lo ocurrido este viernes es de el presidente y su ministro de Hacienda. Pero cuidado, los que les votaron por segunda vez son como mínimo colaboradores necesarios.
En España, trabajar duro, tener beneficios, crecer profesionalmente, esforzarse y crear riqueza está penalizado
Éste es el segundo mensaje que Rajoy y Montoro quieren trasladar a la opinión pública y lo han hecho de forma alta y clara. No hay que engañarse, ya lo hicieron en 2011, nada más llegar al poder: si hay que ajustar algo para cumplir con el déficit, que paguen sólo empresas y clase media-alta (luego ni siquiera esto es verdad, pagamos todos, pero el mensaje que queda es ése).
En el PP han vuelto a diseñar una subida impositiva que parece dirigida especialmente contra una parte fundamental de su base electoral: profesionales de nivel medio y alto, grandes y pequeños empresarios, ejecutivos, altos funcionarios, autónomos con empleados… Hablamos de un trabajador poco politizado, que vota más por descarte que por convencimiento; que está empleado en los sectores o empresas más productivos, que ha conseguido construir una carrera profesional exitosa y que poco a poco va recogiendo los frutos de su esfuerzo. Es esa clase profesional que constituye la columna vertebral sobre la que se sostiene cualquier país próspero y que en España votó en su momento al primer PSOE de González, luego a Aznar y en 2015 dudaba entre dar su apoyo a Rajoy, a Rivera o quedarse en casa.
Todos ellos saben ya (si les quedaba alguna duda) que no pueden confiar en esos partidos que les cortejan unas semanas cada cuatro años. En España nadie les defenderá y todos les miran sólo como una vaca a la que ordeñar hasta que no quede nada dentro. Tener éxito en España está castigado y Rajoy y Montoro ya han demostrado dos veces, en 2011 y 2016, que aplicar ese castigo es su primera prioridad una vez tienen el poder en sus manos. Por cierto, no parece Rivera especialmente preocupado por el tema.
De todas las opciones posibles, siempre escogeremos la más dañina para la estructura productiva y la generación de riqueza
En los próximos días, les trasladarán el mismo argumentario, que Moncloa se preocupará muy bien de distribuir: «En España se recaudan pocos impuestos, hay que subir los ingresos del Estado, estamos cinco puntos por debajo de la UE en presión fiscal, había que hacer algo…»
No les crean. Porque el mensaje tiene implícita una asunción que es falsa ahora como lo era en 2011: que ésta era la única alternativa. Incluso aunque admitamos que España necesita recaudar más (y yo no estoy de acuerdo, pero hoy no voy a entrar en esa discusión), es mentira es que no hubiera otras opciones.
¿Montoro y Rajoy creían en 2011 y 2016 que había que subir la recaudación? Pues, por ejemplo, podían haber emprendido un programa de reformas estructurales de verdad, de las de calado, que consiguiera que la economía española creciera de forma sólida, la productividad se disparase, sueldos y beneficios subieran y, por lo tanto, la recaudación se incrementase. Eso habría implicado liberalizar sectores, flexibilizar nuestra absurda regulación, modernizar la estructura productiva y quitar poder a políticos, sindicatos y patronales para dárselo a empresarios y trabajadores, que son los que de verdad crean riqueza. Pero claro, eso habría supuesto también pisar callos, ser responsables, enfrentarse a campañas de los grupos de presión habituales y valentía política. ¿Ven ustedes a Rajoy o Montoro haciendo esto? Pues eso.
Y si no se les ocurría otra cosa que subir impuestos, podrían haberse centrado en los tributos al consumo, que distorsionan mucho menos la actividad productiva y no castigan la creación de riqueza de forma tan directa como IRPF, cotizaciones o Sociedades. Luis de Guindos se lo propuso en 2011, nada más llegar al Gobierno.
También habría sido una opción seguir las recomendaciones de los sabios a los que Montoro convocó en 2013 para que planteasen una reforma fiscal neutra pero más efectiva, es decir un sistema tributario que recaudando lo mismo penalizase menos la competitividad de nuestras empresas y trabajadores. Pero no. En ningún momento, ni el presidente ni su ministro de Hacienda se plantearon esa alternativa. Entre otras cosas porque habría implicado entrar en un debate ideológico que el PP hace tiempo decidió no dar.
La izquierda tiene razón
Estamos convencidos de que pocas cosas han generado tanto placer en Moncloa y Hacienda como el tono positivo dela ultima semana en El País para con sus medidas. No hay nada que haga derretirse de gusto a un ministro del PP como una palmadita en el hombro de un periodista de izquierdas. Bien, ya tienen su palmadita, aunque ésta se haya convertido en una patada en el trasero de sus votantes. Porque el siguiente mensaje de este viernes está claro: la izquierda tiene razón.
El consenso (ya nos gustaría que se quedara en socialdemócrata) en España dice que el Estado gasta poco y ha sido austero en los últimos años (falso), interviene poco en la economía (más falso aún), recauda poco porque los impuestos son bajos (falso de nuevo), los ricos no ponen su parte (falso de toda falsedad), las empresas, sobre todo las grandes, se escaquean de forma habitual de sus obligaciones tributarias (falso y falso) o los impuestos a los salarios altos y las cotizaciones están por debajo de lo habitual en los países ricos de la UE (falso, falso, falso…)
Sí, estamos por debajo de la media de la UE en presión fiscal (esto es, si medimos el peso del Estado en la economía por sus ingresos, que no en gasto, algo que no se dice tanto). Pero eso es entre otras cosas porque no generamos suficiente riqueza para pagar los altísimos tributos que abonan daneses o suecos. A igualdad de ingresos, un trabajador español paga más impuestos que la mayoría de sus vecinos de la UE. El problema no es de tipos ni de impuestos bajos, el problema es que tenemos pocas empresas con beneficios y pocos trabajadores con sueldos de nivel medio-alto en comparación con esos países a los que tanto nos gusta mirar.
Por eso decíamos antes que si el PP ha decidido no intentar siquiera una reducción del gasto público, al menos podría haberse planteado otras opciones. Asumimos que por ahora es una misión casi imposible convencer a la mayoría de los españoles de que el modelo no es Dinamarca, sino Suiza, el país más próspero de Europa y que tiene un tamaño del sector público inferior al nuestro. Pero incluso sin dar esa batalla, parece claro que lo mejor que podían hacer Rajoy, Montoro, De Guindos, Rivera o Garicano era centrarse en lo apuntado antes: incentivar la creación de riqueza para sostener ese Estado que tanto les gusta. Pues tampoco. Su elección está clara, penalizar a los pocos que ya están prosperando y avisar a aquellos que puedan estar planteándoselo.
«No os queremos aquí»
Por todo esto, cada vez que vean a un político haciéndose fotos en un parque tecnológico o lamentándose de la fuga de cerebros o hablando de atraer empresas a España o apostando por un «nuevo modelo productivo»: no le crean. Bueno, tampoco había que creerles antes, pero ahora ya es evidente que el PP (tampoco Ciudadanos, por lo que parece) tiene nada que ofrecer al respecto. El mensaje que han lanzado, con hechos, es «No os queremos aquí».
Miren las medidas aprobadas este viernes y únanlas a las que sacó adelante el PP en diciembre de 2011: más impuestos a las empresas en forma de eliminación de deducciones y bonificaciones que no van acompañadas de recortes en los tipos, cotizaciones más altas para los salarios más altos (y abren la puerta al destope total), subidas del IRPF a partir de nivel medio-alto como las aprobadas en 2011… Todas han ido dirigidas al punto contra el que se dirige el discurso habitual de esos mismos líderes que se llaman de centro-derecha o liberales: los trabajadores y empresas más productivos de España. Sí, es un discurso que no se distingue demasiado del de la izquierda más trasnochada.
¿Fuga de cerebros? Tras el palo en las cotizaciones, que disparará el coste de contratar a los profesionales más cualificados, prepárense para la gran evasión. ¿Nuevo modelo productivo? Sí, el de sueldos bajos, economía sumergida y cero inversión en aumentos de productividad. Es cierto, no es muy nuevo, es lo habitual en nuestro país, pero llegará acompañado de fotos con emprendedores y campañas de publicidad públicas. ¿Atracción de talento? Seguro que las grandes multinacionales que manejaban España como una alternativa para sus sedes (si es que había alguna que se lo estuviera pensando) están encantadas de que les suban los impuestos o les cobren mucho más por sus ejecutivos o empleados mejor pagados.
Sí, definitivamente el mensaje está claro. Rajoy y Montoro pueden estar seguros de que todos lo hemos recibido. Dicen que fue Anaxágoras el primero que dijo aquello de «Si me engañas una vez, la culpa es tuya; si me engañas dos, es mía». No sabemos a quién habría votado el filósofo griego si viviera en la España actual. Quién sabe, quizás al PP. Una cosa es que fuera sabio y otra que fuese siempre coherente.