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Rebote engañoso

Publicado en Voz Pópuli

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Tras cinco años de crisis, la esperanza y el optimismo se cotizan muy baratos. La mayoría de españoles están deseosos de encontrar un halo de luz al final del túnel que les permita seguir adelante y el Gobierno necesita ofrecérselo con tal de levantar electoralmente cabeza. Mala combinación, ésa donde se junta el hambre con las ganas de dar de comer y el alimento ofrecido no está en sus mejores condiciones. Pero, ciertamente, en apenas dos días se han amontonado dos datos indudablemente positivos: uno, que España ha dejado atrás la recesión, creciendo un 0,1% en el tercer trimestre del año; dos, que seguimos creando empleo según la EPA, y lo hacemos al mayor ritmo desde 2005. Notable, ¿no?

Un exiguo crecimiento

De entrada, conviene colocar el dato de crecimiento en su adecuado contexto. Entre el segundo trimestre de 2011 y el segundo trimestre de 2013, el PIB español, según las estadísticas oficiales, se contrajo un 3,2%. En este contexto, rebotar una décima no debería ser algo tan extraordinario, máxime si de momento Mario Draghi nos ha despejado el riesgo de suspensión de pagos y salida del euro. Sin ir más lejos, recordemos que Irlanda creció un 0,4% en el segundo trimestre de este año y Portugal lo hizo un 1,1%. Nosotros nos vanagloriamos ahora por haberlo hecho un 0,1%.

El propio Gobierno, de hecho, estima una senda de crecimiento realmente deprimente para España: un 0,7% en 2014, un 1,2% en 2015 y un 1,7% en 2016. Dicho de otro modo: a este ritmo, recuperaríamos el PIB de 2011 a finales de 2016. Sucede, claro, que con el PIB de 2011 España estuvo a punto de suspender pagos por un volumen de deuda pública cercano a la mitad del que terminaremos teniendo en 2016. ¿Realmente nos hemos salvado? Como ya escribimos en su momento, la recesión ha terminado, la crisis no.

El empleo, ¿al rescate?

Los datos de la EPA parecen confirmar la narrativa de la recuperación: en seis meses, el número de parados se ha reducido en más de 300.000, de los cuales unos 73.000 se adscriben a este tercer trimestre. Cifras aparentemente espectaculares, sí, pero con bastantes matices por detrás. Repitamos, pues, la autopsia que ya le realizamos a la EPA del trimestre anterior:

1) Casi la mitad del descenso del paro durante este trimestre se debió a que la gente está desistiendo de buscar empleo. La población activa se redujo en 33.000 personas, de modo que el aumento de la ocupación fue simplemente de 40.000. Si extendemos el cálculo a los seis meses que han transcurrido desde marzo a septiembre, las cifras son similares, aunque algo menos malas: 109.000 de los 300.000 parados que han desaparecido de la EPA son personas que han dejado de estar en activo, es decir, la ocupación creció en unas 191.000 personas.

2) En realidad, el empleo en el sector privado (el que realmente cuenta para sostener una economía) se ha comportado algo mejor: subió en 52.000 personas en los últimos tres meses y en 203.000 en el último semestre. Se trata del mayor aumento tanto en términos absolutos como sobre todo relativos desde el inicio de la crisis. Para que nos hagamos una idea: el sector privado todavía no había creado empleo neto entre julio y septiembre a lo largo del último lustro. En términos semestrales, la tasa de variación del empleo también es la más potente en cualquier semestre de los últimos años: el empleo aumenta un 1,4% frente a la mejoría del 0,42% que se dio intersemestralmente en el tercer trimestre de 2010. Ahora bien, y aquí llega el gran perosi eliminamos los componentes estacionales, la economía española sigue destruyendo empleo: la ocupación desestacionaizada cayó un 0,42% en este tercer trimestre, más del doble que en el tercer trimestre de 2010 (caída del 0,19%). No en vano, en los últimos seis meses, más de la mitad de todo el empleo generado se ha concentrado en la hostelería; por el contrario, el empleo se reduce en 18.000 personas en la agricultura, en 36.000 en la industria y en otros 36.000 en la construcción.

3) Las cifras anteriores están en consonancia con el tipo de empleo creado en este trimestre: los puestos de trabajos indefinidos cayeron en 146.000, mientras que los temporales crecieron en 169.000 y los autónomos, en 26.000. Tomando todo el semestre, los indefinidos se redujeron en unos 196.000, mientras que los temporales y autónomos se incrementaron en 385.000. Nótese que la reducción de empleos fijos no es algo necesariamente malo: en muchos casos se trata de puestos de trabajo con unas condiciones laborales simplemente inasumibles en la nueva coyuntura de la economía española; se sustituyen empleos con salarios demasiado altos en relación con su productividad por otros empleos con menor remuneración. El perfil de creación de empleo parece confirmar esta tendencia: el número de ocupados entre 25 y 54 años sólo ha aumentado un 0,37% en el último semestre (la ocupación en esta franja incluso ha caído entre julio y septiembre), mientras que el empleo entre los menores de 25 años lo ha hecho en más de un 10%. La preocupante, por tanto, no es que se siga despidiendo a algunos trabajadores con empleo fijo que lastran la productividad de nuestras empresas, sino que sólo se esté contratando en régimen de empleo temporal. Este sesgo ilustra dos problemas: primero, las empresas siguen viendo la “recuperación” actual como extremadamente frágil; segundo, la reforma laboral ha fracasado estrepitosamente a la hora de erradicar la dualidad del mercado laboral (el coste del despido de los temporales sigue siendo muy inferior al de los fijos, de ahí que continúe habiendo una preferencia por contratar temporales con tal de minimizar pérdidas en caso de que vengan mal dadas).

4) Y, por último, como ya constatamos durante el trimestre anterior, la reducción del empleo público ha tocado fondo de facto. En este tercer trimestre, el empleo público se ha reducido en 13.000 personas, y en el anterior apenas lo hizo en 2.000. El ritmo de ajuste de las plantillas estatales durante 2013 ha estado muy alejado de lo que había sucedido en 2012 (cuando la minoración fue de entre 50.000 y 70.000 empleados públicos por trimestre). Todavía peor: durante estos tres meses, siete autonomías (Andalucía, Baleares, Cantabria, Castilla y León, Galicia, Murcia y Navarra) han incrementado sus plantillas. Es más, desde marzo, estas autonomías más Castilla-La Mancha ya han contratado a más de 40.000 personas. Si la plantilla global del Estado sigue cayendo aunque sea pálidamente es, en esencia, porque la Comunidad de Madrid continúa comportándose de manera bastante responsable y ha prescindido de 35.000 personas durante ese mismo período. Parece claro que la mayoría de gobiernos regionales han caído bien rápido en la autocomplacencia: dado que nos estamos recuperando, no hay necesidad alguna de seguir apretándose el cinturón.

Optimismo desequilibrado

Los datos que estamos conociendo indican una mejoría del sector privado español. No hay ninguna duda al respecto. Pero en gran medida se trata de un simple rebote frente a la situación de cuasi colapso absoluto (quiebra y salida del euro) que vivimos el año pasado. En términos de PIB, hemos rascado una décima de las 32 que habíamos perdido desde mediados de 2011, y en términos de ocupación hemos recuperado en un semestre 190.000 puestos del millón y medio que se destruyeron entre el tercer trimestre de 2011 y el primero de 2013.

Evidentemente, todas las recuperaciones comienzan con un rebote y en el caso de España habría verdaderos motivos para esperanzarse si no fuera porque la bomba de relojería del sector público sigue ahí: un déficit público estancado en el 7% del PIB y una deuda pública que rebasará el 100% en apenas unos meses. En otras palabras, si España estuviese rebotando habiendo solventado todos sus desequilibrios, habría fundados motivos para la esperanza. Dado que uno de nuestros grandes desequilibrios (la burbuja estatal) sigue completamente enquistado, si hay motivos para algo es para la cautela. Por desgracia, parece que políticos, medios de comunicación y ciudadanos se han convencido de que en estos momentos necesitamos una borrachera de optimismo, es decir, un castillo en el aire de expectativas infundadas: una nueva burbuja que nos permita patear la pelota unos años hacia delante.

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