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Recetas socialistas para seguir siendo pobre

Publicado en Libertad Digital

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El informe, sin embargo, contiene una serie de errores fundamentales que sus autores no se han preocupado de solventar, sino más bien todo lo contrario. La confusión en los datos está cuidada con mimo y malicia, no vaya a ser que el lector desmonte la farsa intervencionista que se esconde detrás de las conclusiones.

Desigualdad, no pobreza

La primera confusión cultivada por la NEF es la de hacernos creer que la pretensión de su informe es la reducción de la pobreza, cuando en realidad su preocupación real son las desigualdades. Así, no todo crecimiento que aumente la riqueza de los pobres puede considerarse como un crecimiento "beneficioso" para ellos; este calificativo sólo lo merece aquel tipo de crecimiento donde los pobres acaparan, en términos absolutos, la mayor parte de las nuevas rentas.

Esto significa que si, por ejemplo, la riqueza agregada de toda la sociedad aumenta en 10.000 unidades monetarias y 4.000 de ellas van a parar a las clases más bajas, la NEF no lo considerará un crecimiento favorable para los pobres. O, dicho de forma más clara, si todos los individuos de la sociedad duplican su riqueza, para la NEF no estaremos ante un crecimiento que beneficie a los pobres.

La NEF ignora que son los individuos quienes crean la riqueza, y que, por tanto, resulta irrelevante la posición relativa de cada uno con respecto a la sociedad, siempre y cuando el individuo sea más rico. Aplicando este razonamiento, también podríamos afirmar que si algunos individuos golosos ingieren 5.000 calorías diarias, todos aquellos que consuman 1.500 estarán al borde de la desnutrición.

Lo importante para los pobres es que sean ellos quienes incrementen su bienestar, con independencia de cuánto lo hayan incrementado otras personas. Quien sólo es feliz cuando supera a los demás no es un pobre, sino un envidioso.

El abuso de los datos

El argumento central del informe consiste en demostrar mediante los datos que el crecimiento no ha sido la herramienta adecuada para acabar con la pobreza durante las últimas décadas. Así, se nos informa de que, "por cada 100 dólares de crecimiento en la renta mundial por persona, sólo 0,6 han contribuido a reducir la pobreza". La conclusión es obvia: sólo el 0,6% del crecimiento benefició a los pobres, por tanto hay que buscar otros caminos.

De nuevo nos topamos con una concepción absolutamente holista de la riqueza. La NEF pretende desvincular la producción de la distribución de riqueza, esto es, pretende transmitir la imagen de que la riqueza se crea en el limbo y luego se distribuye de manera inequitativa en el mundo.

La realidad es que 99,4 de cada 100 dólares han ido a parar a los bolsillos de Occidente porque han sido los occidentales quienes han creado y producido esos 99,4 dólares. No hay ningún misterio en la operación: el aumento de la producción beneficia a aquel que la hace aumentar.

El informe, por tanto, recuerda una obviedad. Si los pobres no crecen, el crecimiento no contribuye a reducir la pobreza; pero es que si los pobres no crecen, no hay crecimiento entre los pobres.

En efecto, al final del informe nos enteramos de que, por ejemplo, en los últimos 20 años la mayoría de los países africanos ha seguido empobreciéndose. ¿Cómo puede esperarse que una parte sustancial del crecimiento mundial vaya a parar a los pobres si éstos no crecen?

Es triste que a estas alturas sigamos teniendo que recordar algo tan elemental. Sólo hay un camino para reducir la pobreza: el crecimiento económico. Pero por crecimiento económico no debemos entender el crecimiento económico de los ricos, sino el de los pobres. Que los ricos se vuelvan más ricos podrá facilitar, en su caso, el progreso de los pobres, pero si, por cualquier causa, a éstos se les impide generar riqueza, no saldrán del pozo de la necesidad por mucho que sus vecinos naden en la abundancia.

De hecho, la NEF debería plantearse si las mismas causas que han hundido en la miseria a diversas sociedades no serán las mismas que les siguen impidiendo crecer y, por tanto, salir de la pobreza. En efecto, como ya vimos, para que los pobres progresen necesitan más capitalismo y libertad, precisamente lo contrario que propone la NEF.

El medioambiente necesita de propiedad privada

Otra preocupación obsesiva de la NEF es el medioambiente. En su opinión, nuestro desarrollo es insostenible porque degrada la naturaleza. El crecimiento tiene que ponderarse con sus costes para ver si resulta aceptable.

Lo curioso es que todo empresario recurre a un análisis coste-beneficio antes de comenzar a producir; de ahí que la primera conclusión a la que nos llevaría la exigencia de la NEF es la necesidad de profundizar el capitalismo y la propiedad privada en el medioambiente.

Sin embargo, la izquierda no parece aceptar la conclusión y prefiere hablarnos de "costes sociales" al margen de los precios de mercado. El problema es que nadie nos indica cómo medir esos costes sociales, y ésta no es una dificultad baladí: el socialismo fracasó precisamente por su incapacidad para valorar el coste de sus políticas en ausencia de precios de mercado.

La NEF, simplemente, sigue con sus letanías de que no hay suficientes recursos medioambientales en el mundo para mantener la senda de crecimiento actual. Ahora bien, los socialistas olvidan que cuanto más escasos sean los recursos en relación con las necesidades a cubrir, mayor será el incentivo para protegerlo, economizarlo y restaurarlo.

Y es que la insuficiencia de recursos es sólo un concepto relativo a nuestra capacidad para utilizarlos. Cuantos menos necesitamos emplear para nuestros fines, mayor será nuestra disponibilidad efectiva.

Todo el poder para el Estado

El informe se convierte, en última instancia, en un alegato legitimador del Estado y del intervencionismo. Para la NEF no son los empresarios y los capitalistas quienes generan la riqueza y el bienestar de los consumidores, sino los políticos y los burócratas. De esta manera, se exhorta a los cargos públicos para que dirijan su política no hacia el crecimiento, sino hacia la redistribución. ¡Como si el Parlamento pudiera seleccionar los distintos modos de multiplicar y distribuir la prosperidad!

Sin duda, la izquierda tiene una fe desmesurada en los medios políticos: todo cuanto pretendan conseguir está a su alcance. Quizá por ello el think-and-do tank no dude en pedir "controles al capital, a los paraísos fiscales y a la competencia impositiva", o "la introducción de una nueva moneda internacional" que expanda la inflación para desarrollar el Tercer Mundo.

En definitiva, el informe de la NEF clama por utilizar la excusa de la pobreza para cercenar la libertad a través de la redistribución y el control político. Recetas económicas ruinosas para continuar sumiendo África en la pobreza.

Si los burócratas solucionaran los problemas acabarían engrosando todos las listas de alguna ETT. No es extraño que tanto los políticos como sus intelectuales orgánicos dediquen ingentes esfuerzos en mantener pobres a los pobres; para convertir semejantes recetas económicas ruinosas y calamitosas en soluciones solidarias y progresistas hace falta mucho tiempo libre, un cierto arte propagandístico, bastante dinero procedente de fondos públicos y una refinada falta de escrúpulos. Nada que no pueda proporcionarnos el socialismo.

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