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Regresión en Zimbabwe

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Luego le llegarían más sorpresas, menos para quien conoce antecedentes como la Alemania de los años 30. Ha pervertido la moneda, y la inflación, del 3.700%, hace que los precios sean lo único que suba en esa economía. Para detenerlos ha impuesto una rebaja por decreto y obliga a los comerciantes a vender a pérdidas. Como se resistían, ha lanzado a sus cachorros, que New Reds hay en todos lados, a ir de comercio en comercio convenciendo a los tenderos con el argumento más antiguo del mundo de que cumplan los deseos de Mugabe.

Tras de ellos, una turba de personas vacían las tiendas, comprando a precios falsos. Los mostradores vuelven a relucir como el primer día, antes de que llegaran los primeros productos. Los más ricos, incluso en sociedades tan pobres como Zimbabwe, se las arreglan, pero la gente de a pie se encuentra con que las tiendas dejan de tener lo que más necesitan. Los productos básicos sólo se pueden ver por televisión, y eso el que tenga corriente eléctrica.

Los comercios cierran o dejan de pedir, por no vender a pérdida. Le siguen sus proveedores. Hitler solucionó este problema militarizando las fábricas. Mugabe les amenaza, si no producen, con la confiscación, que la técnica la tiene ya muy depurada.

La sociedad se organiza al margen de lo que sólo un positivista seguiría llamando legalidad. Y lo hace en el mercado negro. Milagrosamente, el pan, la carne, el aceite que han abandonado los comercios reaparecen, a un precio varias veces el oficial, en el mercado informal.

Incluso hay una regresión en la división del trabajo y la economía es cada vez más sencilla. Vuelve la tracción animal, ante la falta de combustible. Las familias se convierten en improvisados agricultores. Hay historias condenadas a repetirse.

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