¿Cómo puede ser que después de tantos años de crecimiento y bonanza económica no hayamos alcanzado ni por asomo cotas de pleno empleo (lo que se considera un 5% de paro)? ¿Cómo se entiende que, según el Banco de España, más de la mitad de los apuntados al paro el año pasado no buscasen trabajo?
Todo ser humano responde a incentivos. Durante todos estos años el Gobierno ha incentivado la ociosidad, la baja producción y la irresponsabilidad laboral. Si el Gobierno se dedica a robar nuestra producción mediante impuestos (el 40% de nuestro sueldo acaba en el bolsillo del Estado), no sólo nos empobrece, sino que crea importantes residuos insalvables.
En el mundo de la seguridad ocurre algo similar. La manipulación de los incentivos puede hacer cambiar radicalmente una situación para dar los resultados totalmente opuestos a los deseados. Si por las excusas progres de siempre, los genios del Gobierno se empeñan en eximir al criminal de su responsabilidad, sólo conseguiremos incentivar el crimen. En este caso concreto, leemos periódicamente en la prensa que tal delincuente ha vuelto a la calle el mismo día de ser detenido aunque sobre él pesaban 10, 50 o más de 200 detenciones. Algo falla en la justicia cuando le dice al ladrón que no sea responsable de sus actos porque no le ocurrirá nada.
En el mercado laboral, si los burócratas creen que los trabajadores de este país son idiotas e incapaces de buscar su satisfacción material y, en consecuencia, se dedican a meter sus manos en la economía para regularlo todo y defender al trabajador, lo único que conseguiremos, contrariamente a lo que pueda parecer, es que el más perjudicado sea el propio trabajador. Especialmente, el eficiente y el dedicado. El Estado del Bienestar, curiosamente, penaliza al hombre trabajador y responsable frente al hedonista e irresponsable.
El error es creer que la ley es un incentivo por sí misma. La criminalización por parte de los sindicatos y Gobierno a las horas extras ha conseguido que España sea uno de los países de todo el mundo donde los trabajadores dedican más horas a su trabajo. La reciente Ley Caldera para crear más empleos estables nos ha llevado a que este último mes casi el 90% de los contratos sean temporales. El salario mínimo no significa que los jóvenes vayan a cobrar más, sino que menos serán contratados. El subsidio de desempleo no es una ayuda para encontrar un nuevo trabajo, sino un sueldo por no trabajar que compite con el de las empresas. Las subvenciones a las compañías, sectores o particulares no estimulan el crecimiento económico, sino el fraude y la baja calidad. Mire el cine español. Muchas películas no se llegan ni a estrenar. Las cargas impositivas a las empresas y trabajadores no nos garantizan una pensión ni más seguridad laboral, sino más rigidez en el mercado y un abanico más reducido de opciones a la hora de cambiar de empleo.
Según datos del Eurostat, casi el 40% de españoles cree conveniente cambiar de trabajo de forma recurrente. La rigidez del mercado laboral creada por el Estado del Bienestar nos lo impide. Según el Barómetro europeo 2007 sobre clima laboral de "Bienestar y motivación en el trabajo", casi el 50% de los trabajadores españoles está insatisfecho con sus condiciones laborales. ¿La ley, los sindicatos o el ministro Caldera lo arreglarán? ¿Lo han arreglado en estos últimos 30 años? Eso no se lo cree nadie. Necesitamos que las empresas se nos disputen, que nos podamos mover con facilidad de compañía a compañía o que el Estado elimine todos esos inútiles trámites e impuestos para crear nuestra propia empresa. En un mercado donde todo lo regula el burócrata y el igualitarismo, la competencia laboral desaparece y todos los trabajadores somos iguales ante la mirada del empresario. En definitiva, somos empleados cautivos.
Todas estas intervenciones del Gobierno que supuestamente favorecen al trabajador tienen el mismo efecto que la justicia cuando libera al criminal de sus actos. En ambos casos restan responsabilidad al individuo modificando sus incentivos naturales por otros artificiales y fuera de la realidad. La sobreprotección en el caso de la seguridad conduce a más delincuencia y en el caso del mercado laboral a más fraude –entre el 22% y 25% de la economía española está sumergida–, baja producción y menor competencia laboral.
Para tener un mercado del trabajo sano sólo es necesario que cada uno, empresas y trabajadores, sean responsables y consecuentes con lo que hacen, siendo ellos quienes obtengan el total de su producción sin tener que pagar tributos a un socio pasivo como es el Estado ya sea en forma de impuestos, licencias, permisos o cualquier otra forma de extorsión.