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¿Riesgos emergentes? Argentina: el precio de la inacción

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El rebote de bonos emergentes de los dos últimos días puede ser una trampa.

“I’ll never forgive myself again. I’m so sick and tired of making the same mistakes” Godsmack

Nos dijeron que esta vez era diferente. Que el dólar solo podía caer. Que había que tomar riesgo, que la deuda era barata y que los idiotas que alertaban sobre déficits e impresión de moneda descontrolada eran “voodoo economics”. Era tiempo de imprimir y endeudarse. ¿Reformas? ¿Para qué? No entendíamos qué es el dinero.

Mientras, entre 2012 y 2017 la deuda de mercados emergentes con vencimiento a 30 años se triplicó hasta alcanzar 191.000 millones de dólares. Los vencimientos de deuda de mercados emergentes en dólares se dispararon, hasta 200.000 millones de dólares entre 2018 y 2022.

Había que aprovechar la corriente. Argentina emitió un bono a 100 años –cien años- al 8,25% por 2.500 millones de dólares. En los cien años anteriores a esa emisión de deuda, Argentina hizo impago más de seis veces.

Los inversores “contaban” con generar toda la ganancia de ese bono en menos de diez años porque el dólar barato y los tipos bajos estaban para quedarse.

En Argentina, Mauricio Macri llegó con promesas de cambio y reformas. Y las guardó bajo el cajón de la ilusión monetaria.

Crear dinero para el pueblo. Desastre seguro.

Argentina, que recibía un agujero económico sin precedentes por la atroz política monetaria y fiscal de Cristina Fernández de Kirchner, volvía a caer en el error de no hacer nada y esperar.

El Kirchnerismo duplicó el gasto público y destruyó la moneda con un aumento de la masa monetaria superior al 30% anual (“creando dinero para el pueblo”), dejando el país arrasado y en estancación estructural. El alza de precios superó el 240% durante los doce años de kirchnerismo y más de 100% en los dos mandatos de Cristina Kirchner.

Los errores de Macri fueron, primero, evitar informar claramente del enorme agujero monetario, fiscal y de reservas que había dejado su predecesora. Esperaba que “la confianza” cambiase una situación dramática. El segundo, y más grave, fue abandonar todo impulso reformista. El gasto público bajaba menos de un 2%, y la emisión de moneda se mantenía de manera desbocada, con aumentos del 28% anual. Por supuesto, la inflación no se controló y la inversión extranjera y la entrada de dólares se enfrío por la más que tímida reforma de los controles y por mantener la brutal presión fiscal (Argentina tiene la mayor presión fiscal de la región y una de las más altas del mundo para empresas).

Cuando la euforia de dólares baratos y alta liquidez empezó a reducirse modestamente, que es lo que ha ocurrido en los últimos meses… se desplomaron las reservas.

El error de Argentina no ha sido aplicar medidas liberales, que no han aparecido por ningún lado a pesar de las promesas , ha sido perpetuar los desequilibrios creados por el populismo ante la esperanza de que el tiempo lo solucionase todo.

Y no, esta vez no era diferente.

El coste de la inacción ha sido devastador. Y acudir a un préstamo del Fondo Monetario Internacional no va a ayudar.

Ya lo expliqué hace años. Si España hubiera hecho lo que le pedía el FMI aún estaríamos en lo peor de la crisis. Hay que entender que prácticamente lo único que le preocupa a este organismo es que la deuda se pague, no los desequilibrios del sector público –que es su cliente-. ¿Cómo? Con cualquier aumento inmediato de los ingresos. Pero, curiosamente, casi nunca incide en la necesidad de ajustar los gastos o en el efecto positivo en la recaudación a largo plazo de las bajadas de impuestos.

El error de Argentina no ha sido aplicar medidas liberales, que no han aparecido por ningún lado a pesar de las promesas , ha sido perpetuar los desequilibrios creados por el populismo

Lo que suele proponer el FMI es reducir la capacidad de renta de familias y empresas. Eliminar deducciones fiscales sin mencionar para nada las subvenciones. Subvenciones sí, deducciones no. Subir impuestos a empresas y ciudadanos. Y mantener el gasto público. El FMI raramente, por no decir nunca, recomienda adelgazar la maquinaria burocrática que, en el caso de Argentina, es alucinante. Siete provincias tienen más empleados públicos que privados, la mayoría tiene más del 35% y solo dos tienen poco menos del 30%.

El error de Argentina ha sido repetir las salvajadas fiscales y, sobre todo, monetarias de Cristina Fernández de Kirchner pensando que el mundo solo necesitaba un cambio de líder político.

No es una casualidad que los dos países donde ha saltado la crisis emergente hayan sido los dos que más han aplicado con mayor fervor la falacia de “esta vez es diferente” y “crear dinero para el pueblo no tiene por qué generar inflación”. Turquía y Argentina. Turquía, aumentando su masa monetaria un 12-16% anual, pensaba que sus enormes desequilibrios fiscales y comerciales iban a cubrirse con un crecimiento irreal y promesas de cambio incumplidas.

Una desafortunada mayoría de países emergentes ha preferido aumentar los déficits gemelos –fiscal y comercial- en estos tres años mientras aumentaban su masa monetaria muy por encima del crecimiento del PIB real y se entregaban a la entrada extraordinaria de dólares baratos. India, Brasil, Sudáfrica, son economías que mantienen amplios desequilibrios y no han utilizado esta época de tipos bajos para reducirlos de manera importante. Es cierto que las reservas de moneda extranjera de países emergentes se mantienen a niveles aceptables, pero Argentina y Turquía nos muestran lo rápido que ese supuesto colchón se desvanece cuando baja la marea y se ve quién va desnudo.

En los próximos tres años el propio Fondo Monetario Internacional estima que los flujos a economías emergentes caerán hasta en 60.000 millones de dólares anuales, el equivalente a un 25% de los flujos recibidos entre 2010 y 2017. Y ya sabemos que el FMI siempre se equivoca por optimista, es decir, es muy probable que la salida de capitales sea mayor a medida que Estados Unidos sube tipos y reduce el balance de la Reserva Federal.

Es sencillo, cuando invertir en el bono de menor riesgo –el norteamericano- te da una rentabilidad aceptable y el dólar se fortalece, la ilusión de crecimiento de los emergentes se desvanece vía inflación, devaluación y ralentización. Y no compensa el riesgo con respecto a la rentabilidad. Se genera un flujo contrario de fondos de emergentes a EEUU y desarrollados. Y la capacidad de repago de la deuda de los países emergentes se desploma. La parada en seco que comento en La Gran Trampa (Deusto).

El que crea que esas decisiones de la Reserva Federal van a cambiar porque les tienen que rescatar de sus malas inversiones a precios de oro en países volátiles, o no conoce a Jerome Powell o cree en la magia.

El rebote de bonos emergentes de los dos últimos días puede ser una trampa. Porque, si los países no corrigen sus errores rápido, las salidas de capitales serán muy relevantes. Y no lo va a solucionar el FMI.

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