La lógica es la siguiente: si hay mil millones de usuarios de internet y todos aportan un dólar, podemos colar al mendigo en la lista de Forbes.
La matemática es inapelable, pero la lógica económica falla. Detrás está la idea de que la riqueza es una cantidad estanca y que la que se acumula es a costa de otros, por lo que volver a robar a los ricos para repartirlo entre los demás tiene sentido. De hecho, no es ya que la última edición de la lista de millonarios no esté el homeless elegido para el experimento, sino que el dinero que se ha reunido en este año largo no alcanza los 1.000 dólares. A este ritmo, ni en un millón de años se podría colar en la lista.
Quien sí ha entrado es otra persona que, como Bumillionaire, se ha visto obligado a vivir en la calle. Se trata de John Paul DeJoria, un hombre hecho a sí mismo, que ha creado una de las primeras fortunas del mundo partiendo de cero. No tenía una familia que le apoyase, ni un capital inicial. Pero en los Estados Unidos pre-obamitas existía esa red invisible, pero real, que llamamos libertad económica.
Había trabajado desde los 9 años y tenía una personalidad independiente. Era "demasiado orgulloso como para pedir ayuda" y prefirió vivir en el coche a recurrir la que le ofrecía el Estado. De haberlo hecho, quizá no hubiese insistido en buscar su propio camino. En los 60’, con un socio y un crédito de 700 dólares, montó una empresa de venta ambulante, ofreciendo puerta a puerta productos de peluquería. El capitalismo se basa en la confianza y él se ganó la de sus clientes con una sencilla fórmula, entonces nada habitual: "si no queda satisfecho, le devolvemos su dinero".
DeJoria no hubiera llegado jamás a multimillonario de haber esperado la donación de un dólar por cada internauta. Su camino se habría truncado si hubiese elegido la analgésica ayuda del Estado. No la necesitaba. Hizo suyo el derecho, reconocido en la Declaración de Independencia, a la libertad de buscar su felicidad; a hacer realidad el sueño americano.
Estas dos personas son ejemplo vivo de qué son la riqueza y la pobreza, de las potencialidades de una sociedad libre y de los miserables resultados del reparto de haberes.