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Sarkozy, necio intervencionista

Publicado en Libertad Digital

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Para el presidente francés "el euro tiene que estar al servicio de la economía", y ahora no es así, atribuyendo a la fortaleza del euro el escaso crecimiento de la economía francesa. "Hemos hecho la segunda moneda del mundo y somos los únicos que no nos servimos de ella"; "puede que el euro esté apreciado a su justo valor, pero el problema es la competencia de las otras monedas, que el dólar, el yen o el yuán no están a su valor".

Sarkozy es tan ignorante (o tan deshonesto) en cuestiones económicas que cree (como muchos otros) que la manipulación monetaria puede mejorar la economía de su país (seguramente no conoce la teoría de los ciclos económicos debidos al intervencionismo monetario y crediticio). Cree que existe un valor "justo" de una moneda fiduciaria estatal, y que si los demás países hacen trampa devaluando las suyas nosotros los europeos tenemos que hacer lo mismo: el euro no debe servir como depósito estable y fiable de valor sino ser usado como herramienta en guerras comerciales; así las empresas europeas parecerán competitivas sin serlo realmente, y perderemos poder adquisitivo pero estaremos felices exportando mucho e importando poco, como buenos mercantilistas.

El presidente francés pretende que los tipos de interés se establezcan debatiendo (y luego imponiéndolos políticamente, claro) en lugar de dejar que surjan libre y espontáneamente en el mercado mediante las interacciones de prestamistas y prestatarios según sus capacidades de ahorrar y sus preferencias temporales. Si un banco central es auténticamente independiente, lo que debatan los políticos ha de ser completamente irrelevante: justo lo contrario de lo que pretende este megalómano. Que además es tan necio que se queja de la inflación cuando propone bajar los tipos de interés (aunque no lo menciona es obvio que no pretende subirlos) y devaluar la moneda, lo cual producirá aún más inflación.

Sarkozy reclama que la UE se blinde ante la globalización para no ser su "víctima expiatoria". Pide a las autoridades europeas "una política económica y una política industrial" ("No me da miedo la expresión", insiste). Para que ésta sea posible, reclama "la preferencia comunitaria". Según él Europa está "condenada" si renuncia a defenderse "cuando todos los demás se protegen", si impone a las empresas reglas medioambientales "cuando los demás no imponen ninguna", y si sigue abierta a productos "fabricados gracias al trabajo de los niños o presos". Asegura que Europa es la "única región del mundo donde es imposible conducir políticas industriales, comerciales o de cambio", y que así será "la presa de los depredadores del mundo entero y la víctima expiatoria de una globalización" que hace felices a quienes no tienen escrúpulos en aprovecharla para sus intereses.

Entiende la globalización no como el comercio libre y voluntario entre individuos, sino como una guerra a muerte donde los demás son los malos: depredadores, sin escrúpulos, que se aprovechan de forma egoísta y que hacen trabajar a los niños (no pueden faltar en la demagogia de un gobernante que se precie); y nosotros somos los buenos ingenuos. Europa es mucho más proteccionista que otros países o zonas comerciales, y su letargo económico se debe a la interferencia política (esa que no le asusta, qué valiente) y las regulaciones absurdas y antiliberales, pero a los políticos les sale la mentira con descaro de forma natural. El socialismo a la europea, repleto de subvencionados, protegidos y parásitos varios, sí que lo tiene bastante crudo en un mundo competitivo que quiere trabajar, comerciar y prosperar; Europa sólo está en peligro si se empeña en seguir por este camino.

Ante tantas necedades quedan en muy poco sus otras intenciones de reformas económicas como la reducción del techo del IRPF, la supresión de tasas que gravan las horas extra, la flexibilización de las 35 horas semanales, la reducción del número de funcionarios y su reivindicación de la energía nuclear como garantía de la independencia energética de Francia. Porque además anuncia que desea "constituir un gran grupo de gas y electricidad que tenga dimensión europea y del que el Estado será accionista" con la fusión entre Gaz de France y Suez, aunque esta última sociedad "tiene que especializarse en la energía", aunque eso "corresponde decidirlo a los accionistas". ¿En qué quedamos? ¿Tiene que hacerlo o pueden decidirlo sus accionistas?

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