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Sociedad sin Estado

Publicado en Libertad Digital

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¿Se ha preguntado qué es el estado y qué utilidad tiene? No lo examine según las intenciones de los políticos, sino por sus acciones. En economía hay una lección que tendría que ser el primer capítulo de cualquier manual: la intervención del estado conduce a la servidumbre y pobreza generando pérdidas netas totales.

El estado no produce, por eso ha de incautar, mediante impuestos, el dinero a los ciudadanos que “gobierna” aunque éstos no quieran ser sus sirvientes. ¿Usted paga impuestos porque quiere? No, los paga porque sino el estado tomaría represalias contra su persona y propiedad. Si usted deja de pagar un impuesto, el gobierno de turno le enviará cartas amenazándole. Si no hace caso, intentará requisar sus cuentas bancarias. Si no encuentra dinero en sus cuentas, le enviará “oficiales del estado” para apresarlo y obligarle a pagar; pero si usted en ese momento persiste en defender lo que es suyo y se resiste a la “autoridad”, ésta no dudará en darle muerte y arrebatarle lo que había sido suyo.

Qué sentido tienen los conceptos de cooperación social, solidaridad, distribución de la riqueza, igualdad, talante… cuando éstos sólo funcionan bajo la amenaza de la extorsión y el miedo. Todos ellos han de ser actos voluntarios, y la mejor forma de llevarlos a cabo es mediante el libre mercado.

La sociedad no se ha desarrollado gracias al estado ni a ningún dirigente, sino gracias a la cooperación natural de los hombres. A medida que el hombre fue capaz de transformar su entorno para satisfacer sus necesidades fue creando bienestar para su comunidad. La cooperación social voluntaria es el prerrequisito básico de cualquier sociedad y del Capitalismo.

Pero tal vez crea que sin la intervención del estado la sociedad se volvería un caos. Muchos autores se están dando cuenta que los “servicios públicos” no tienen porque ser suministrados por un gobierno. Desde que se hizo la liberalización parcial de las comunicaciones este sector ha proliferado dándonos una gran oferta de servicios más baratos y variados que cuando eran un monopolio estatal. Imagínese si se privatizara la sanidad, la seguridad pública, la justicia…

La sanidad pública sólo genera largos periodos de espera, funcionarios incompetentes, tratos preferentes y un servicio que cuesta mucho dinero aunque usted no lo use.

La seguridad también es más eficiente en manos privadas. La seguridad pública ha sido eliminada en algunas partes de Estados Unidos generando una policía privada preocupada por su cliente, más eficiente y más barata. Las vallas, alarmas, seguros, instrumentos de defensa no los sirve el estado, sino la empresa privada.

Incluso la justicia privada se ha desarrollado sorprendentemente debido a la incompetencia de su homónima pública. La American Arbitration Association en Estados Unidos ha resuelto 14.500 casos laborales; Judicate West soluciona cualquier litigio en menos de 30 días a un coste muy asequible para cualquier bolsillo. En España, la Asociación Europea de Arbitraje de Derecho y Equidad administró 12.500 procedimientos arbítrales en 2004 con un tiempo máximo de espera de 35 días.

Según Inmaculada Sainz de Robles, árbitro inmobiliaria de la empresa Arbin, el arbitraje privado “llega a soluciones prácticas para las partes, y todo es más natural que en un juicio”. Además, “al juzgado [público] una parte va voluntaria y la otra forzada. Al arbitraje todos van porque quieren soluciones. Es muy frecuente que las partes lleguen a un acuerdo antes que el árbitro decida”.

Sin la “competencia desleal” del estado este tipo de empresas proliferarían creando mejores y más variados servicios trabajando por aquello que más valoramos: la protección física, judicial y médica.

Las bondades del sistema de libre empresa nos muestran muchos más ejemplos históricos y actuales; y las conclusiones son claras, no dejemos que el estado haga aquello que otros saben hacer mejor. El mejor gobierno es el que menos gobierna, y en consecuencia, el mejor gobierno es el que no existe.

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