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¿Somos más tontos cada década que pasa?

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La inteligencia humana es el último recurso del desarrollo.

Se puede resumir la historia económica de los últimos tres siglos diciendo que hemos pasado del desempeño físico y manual al intelectual. Bien, es mucho resumir y esta frase no va a dejar en el paro a los historiadores de la economía. Pero es cierto que el trabajador del siglo XVIII era mayoritariamente un campesino y que el trabajador industrial le ha dado nombre a todo un sector económico con la palabra “manufactura”, es decir, hecho a mano. Y que los nuevos sectores, los de mayor crecimiento, están vinculados a la información y a las ideas.

Uno de los problemas de la modernidad es el sedentarismo, pues nuestro trabajo ya no demanda nuestro cuerpo, sino nuestra mente. Los robots nos han liberado de los empleos más monótonos; las nuevas generaciones no entienden las imágenes de Charlie Chaplinen la espiral de automatismos de una fábrica. Y la demanda de inteligencia es tal que dedicamos ingentes recursos a que las máquinas la repliquen, y la apliquen a tareas que a nosotros nos aburrirían soberanamente.

Esta nueva demanda de la sociedad, o podríamos decir del mercado, que es el aspecto económico de una sociedad libre, choca con algunos indicios que apuntan a que la inteligencia humana, que ha acompañado esas necesidades durante el siglo XX con un notable crecimiento, está ahora en franco declive.

La evolución creciente de la inteligencia se conoce como el “Efecto Flynn”, en referencia a un psicólogo que comparó la evolución de los test de inteligencia desde comienzos de siglo y observó un notable crecimiento. Así, entre 1938 y 1978 observó una mejora en la calificación de la inteligencia en los Estados Unidos de 13,8 puntos; un cambio muy notable para un período de cuatro décadas.

Es cierto que la inteligencia humana es un fenómeno muy complejo, y que es difícil valorar en qué medida los test calibran la capacidad de desempeño intelectual de las personas. Pero, con todas sus limitaciones, los test tienen una metodología más o menos fija, que permite una comparación en el tiempo. Y los estudios realizados por J.R. Flynn y otros observan que es un fenómeno que se da también en Europa. La inteligencia humana aumenta.

O lo ha hecho hasta recientemente. El Ragnar Frisch Centre for Economic Research ha realizado un estudio en Noruega, sobre los resultados de 730.000 test de inteligencia a lo largo de las últimas décadas; de 1970 a 2009. Son las pruebas que se le realizaban a los varones que hacían el servicio militar obligatorio. Y lo que muestran es que los que pertenecen a las cohortes posteriores a 1975 muestran una declinante inteligencia en esos test de unos 7 puntos menos al paso de una generación.

El propio James D. Flynn observó esta caída en los resultados de las pruebas en Gran Bretaña. En 2008 se sometió a un gran número de jóvenes de 14 años a las pruebas que en 1980 habían pasado otros chicos de la misma edad, y el resultado es una caída de más de dos puntos. Otro estudio reciente ofrece resultados mixtos, quizás porque compara países muy distintos, pero que en general también apuntan al menos a un estancamiento.

¿Por qué lo que sabemos medir de la inteligencia humana ha subido apreciablemente década a década durante los tres cuartos del siglo XX, y declina (o parece declinar) a partir de las dos o tres últimas décadas del mismo?

A la primera tendencia, positiva, se le han otorgado diferentes explicaciones, como la mejora en la alimentación, que habría permitido un mejor desempeño intelectual, la eficacia en la lucha contra las enfermedades infecciosas, o el desarrollo de la cultura material, que demanda mayor trato con el conocimiento, más estímulos y una mayor interacción con las personas, que es la principal explicación del propio Flynn.

¿Qué explicaría entonces la corrección del último medio siglo? El estudio realizado por Bratsberg y Rogeberg para el Ragnar Frisch Centre for Economic Research apunta a causas principalmente ambientales. En particular, a la menor importancia de la lectura frente a otras formas de consumo de la cultura.

La lectura exige un mayor esfuerzo intelectual, y es el camino más firme hacia la concepción de ideas complejas y abstractas. Si este fenómeno tuviese una incidencia clara sobre la inteligencia media, podríamos estar ante un verdadero problema que todavía no se ha captado en toda su dimensión, pues hay un auge de la comunicación audiovisual, muy potente y efectiva, pero más pasiva por parte del receptor y menos proclive al desarrollo de la inteligencia.

Hay una explicación alternativa, y es la inmigración. Como muestran los estudios de Flynn en un libro llamado IQ and the wealth of nations, hay grandes diferencias en los resultados de los test de inteligencia (IQ) de los diferentes países. Los primeros están los asiáticos, les siguen algunos países europeos, Canadá es el primer país de América, con los Estados Unidos en segundo lugar del continente y empatado en el resultado con España. Si leemos el índice desde el final, vemos al África Subsahariana, Oriente Próximo y los países al sur de Río Grande.

Hay una correlación entre el nivel económico y los resultados de los test de inteligencia. Es lógico si volvemos al comienzo de este artículo: en los países más desarrollados, lo que se exige de los trabajadores tiene que ver con su capacidad de manejar información e ideas, mientras que los más pobres están vinculados a sectores más tradicionales. ¿Puede que la llegada de inmigrantes de países pobres haya contribuído a esa corrección en los niveles de inteligencia?

Esta posibilidad parece haber confundido a quienes la blanden como razón para cerrar las fronteras, y a quienes temen reconocerlo porque podrían ser acusados de racistas. En primer lugar, las diferencias se observan entre países, no entre razas. Y hay un elemento que parece explicar esas diferencias, que es el desarrollo económico y, vinculado al mismo, el cambio en el modelo económico y en lo que éste exige al trabajador medio. Es más, esa vinculación explicaría también el aumento de la inteligencia media desde comienzos del siglo XX, cuando se empezó a medir. En segundo lugar, si la inmigración rebaja las calificaciones del país receptor, eso no quiere decir que los naturales del país hayan caído. Hay, simplemente, una diferente distribución geográfica del talento. Por lo tanto, la migración podría ser causa de que la media mundial mejorase, ya que los inmigrantes van a países con mejores sistemas educativos.

Es más, los resultados de Flynn en Gran Bretaña y de Noruega no se producen en el resto del mundo. Un estudio que controla los resultados de 4 millones de personas en 31 países sigue observando un avance global, de casi 10 puntos cada generación. Otra investigación que se basa en los resultados de 285 estudios en todo el mundo obtiene resultados similares.

¿Decae la inteligencia global? Parece que no. Excepto en el caso de Noruega, que sepamos, no se observa una tendencia clara en ese sentido, y sí la contraria en el conjunto de países; también en los más desarrollados. Además, parece que las exigencias del mercado y los cambios en la estructura económica exigen un mayor desempeño intelectual. Las migraciones sólo aceleran ese cambio a mejor. De modo que no parece que sea el caso. Ahora bien, el gran auge en el consumo audiovisual y la caída de la lectura son elementos preocupantes que deberán observarse.

La inteligencia humana es el último recurso del desarrollo. Es, también, un factor clave para la fortaleza de la sociedad frente a las manipulaciones del poder. De ahí su importancia.

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