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Stallman: lo mejor es enemigo de lo bueno

Publicado en Libertad Digital

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El objetivo es reducir el número de patentes idiotas que se dedican a apropiarse de innovaciones hechas por otros, aprovechándose tanto de la posibilidad de patentar ideas en Estados Unidos como de los perversos incentivos que tienen los examinadores, y que provocan que no dediquen mucho tiempo a examinar cada propuesta.

Richard Stallman, quién si no, ha arremetido contra esta iniciativa. Para el padre del software libre la única solución es la abolición de las patentes y cualquier proyecto que se quede a medio camino puede "aliviar la presión" necesaria para alcanzar este objetivo. El mayor peligro son "las patentes que no son absurdas, para las que no existe ‘arte previo’". Sin embargo, el OSDL reconoce que el objetivo a largo plazo es acabar con las patentes de software, pero que pretenden "trabajar en una solución práctica hoy que no espere a una abolición genérica de las patentes de software".

Esta polémica refleja las dos visiones existentes sobre el software libre, dos visiones que reflejan en cierta medida las que existen en general sobre la manera de ver al hombre y al mundo. Una estima que el hombre y el mundo son imperfectos por su propia naturaleza, y que por tanto las soluciones a los problemas sociales nunca son completas, siempre tienen defectos y lo que debe evaluarse es si las ventajas de adoptarlas superan a éstos. La otra considera que tanto el hombre como el mundo son perfectibles, y que esas soluciones parciales son en realidad obstáculos que nos distraen en el camino hacia esa perfección, que se alcanzará cuando la gente comprenda de verdad la necesidad de adoptar soluciones completas y la apoye con todas sus consecuencias.

Para ser justos con Stallman, él también hace uso de la primera clase de argumentos, al indicar que en las oficinas de patentes interpretan los ejemplos previos de la forma más débil posible y que en los juzgados tienden a no reexaminar los casos de arte previo que ya fueron evaluados en la petición de patente, por lo que el proyecto podría ser incluso contraproducente. Diane Peters, del OSDL, no está de acuerdo en eso, porque durante el examen aún no existe la patente y es más sencillo ofrecer pruebas para que se eche para atrás o se limite su ámbito, mientras que cuando el caso llega a los juzgados quienes deben probar que tienen razón son aquellos que plantean que la patente es inválida, porque se asume que es válida a priori. Y eso sin contar los costes que defenderse en uno de estos casos, inasumibles para desarrolladores individuales de software libre.

Ese es el tipo de argumentos que me gustaría ver más en Stallman, aunque sean equivocados. Sin embargo, sospecho que ni son su fuerte ni lo serán nunca. Las discusiones en torno a la nueva versión de la licencia GPL, a cargo de la fundación de Stallman y que emplea en su encarnación actual un gran número de desarrollos de software libre, Linux incluido, así lo parecen indicar. Empresas comprometidas con el mismo y hasta Linus Torvalds expresan sus reticencias porque mientras la versión anterior "nos permitía a todos simplemente trabajar juntos sin hacer de ello una religión", ésta no lo hace, por lo que no la adoptarán.

Es posible que muchos proyectos se dividan en dos (uno con la licencia actual y otro con la nueva, cuando la aprueben), dividiendo los esfuerzos de la comunidad del software libre. Sin embargo, esa nueva licencia corresponde a la visión de Stallman, que desea impidir que el software libre se emplee para determinados fines que considera equivocados. Pero no se corresponde con la visión de quienes piensan que las propuestas deberían aliviar más problemas de los que crean. Normal que el creador de Linux no se apunte al carro.

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