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Tarde, mal, nunca, nada

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Se llama Transforma España, un nombre extraño. No es un sintagma nominal, que siempre se puede colgar de una frase con cierta comodidad, sino una frase sin sujeto. ¿Qué o quién transforma España? El documento explica el cómo, pero su nombre no precisa quién lo hace. Cabe pensar que el Gobierno, pero como el verbo está en tiempo presente y la iniciativa surge de la inacción del Gobierno, tampoco parece ser el caso. Por lo demás, todo el informe hubiese ganado de haber contado, para su redacción, con alguien que conociese nuestro idioma, y lo apreciase.

El Rey, por boca de Eduardo Serra, ha dicho "los políticos tienen que escuchar nuestra voz", toma plural mayestático. Es significativo. Tanto por parte del Rey como por parte de los empresarios. En primer lugar, no está claro qué tienen que escuchar los políticos. El informe es una exposición confusa de ciertos objetivos deseables unos, abstrusos otros, sin ofrecer un camino claro hacia los mismos, más allá del mantra de la educación. ¿No tenemos un problema fiscal de primer orden? Pues no aparece la palabra "impuesto". Tampoco se dice dónde tendremos que recortar el gasto. ¿No tenemos un sistema financiero al borde de la quiebra? Ni palabra sobre el caso. ¿No tenemos un sistema político enfermo? Nada de ello se asoma en transformaespaña. Eso sí, proponen una "sostenibilidad sostenible" sin la cual, al parecer, España se irá al garete.

Yo en este informe no veo más que miedo. Miedo, en primer lugar, a la marcha que está tomando España. Por parte del Rey, que le hace el encargo a los empresarios, y por parte de éstos, que ven cómo el país se cae a pedazos y con él sus negocios. Aquí hay instituciones que tienen los días contados (aunque sean en meses o años), pero todavía no sabemos cuáles. Cómo no iba a estar inquieta la Corona. Y nuestra economía está aún al borde del colapso, del colapso financiero. Basta con apuntar en el balance de los bancos sus activos inmobiliarios al precio real y contabilizar la quita que corresponderá a la deuda pública, y puede que estén todos quebrados. Y todo ello con un Gobierno incapaz y con una oposición que se fuma un puro. Sí, da mucho miedo.

Pero parece que con todo ello pueden transigir. Porque es mayor aún el miedo a las ideas. Pocas y emborronadas con un lenguaje entre marquetiniano y vacío, las ideas se niegan en cuanto hay ocasión. Lo dicen ellos: "Hay que desideologizar la política. Todos somos ecologistas, pacifistas y demócratas". De hecho, ¿para qué las ideas? Si esta es una llamada directa a los políticos, lo ha dicho el propio Serra. Tenemos una clase empresarial apesebrada, domeñada por las subvenciones y el BOE, cobarde. Que se maneja en los entresijos del poder, pero que es incapaz de hablarle a la sociedad para exponer de veras cuál es la situación del país, cuál puede ser su salida. Cuentan con medios para hacerlo, pero todo lo que le sobra de connivencia con el poder, le falta de patriotismo y responsabilidad. Han reaccionado tarde, mal y nunca, y para no acabar haciendo nada. Es cierto que tampoco lo han hecho las universidades, aunque sólo sea porque en España no las tenemos más que de nombre. Al final, la crisis económica va a ser el último de nuestros problemas.

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