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Todos contra la República

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Estoy seguro de que Nelson Mandela era un gran admirador de la II República. Aunque de lo que le habló a F.W. De Klerk el día que se conocieron no fue de ella, sino de las eficaces técnicas de guerra de los Boers. Pero todos los santos laicos tienen que estar del lado del régimen del 14 de abril, y Mandela no iba a ser una excepción.

Aquí, en España, la II República es una suerte de piedra de toque de la progresía. Uno tiene que mostrar su admiración por aquél efímero régimen, y alabar especialmente sus logros sociales y su carácter excepcionalmente democrático. De ahí se cae la condena al régimen de “los generales”, encabezado por Francisco Franco. En una ocasión, una argentina a la que llamaban “la rusa” y que comenzó a trabajar en una agencia de publicidad española, preocupada por cumplir con el rito aceptado del progrerío español, preguntó ingenuamente: “¿Quiénes teníamos que decir que eran los buenos? Los republicanos, ¿no?”.

Al igual que la derecha tiene que revisar qué quiere hacer con Franco y su régimen, la izquierda tiene que replantearse qué hacer con la República. Porque en la actualidad se produce una situación paradójica, contradictoria, en la que todos están contra el régimen que más ha frustrado a los españoles en el Siglo XX. ¿He dicho todos? Sí, todos.

El motivo inmediato de que así sea es que los grupos políticos y los personajes más identificados con aquél régimen conspiraron contra él, lo zarandearon y pervirtieron, e incluso intentaron derribarlo. El caso de los anarquistas es claro. El régimen llegó en abril y convocaron una huelga general en julio, tres en enero de 1932 y dos el año siguiente. Nadie les identificaría, en principio, con la II República. Pero ese régimen llegó a albergar a ministros anarquistas, un caso único en la historia universal.

Los comunistas tuvieron un papel importante desde el inicio de la guerra, y casi monopolista al final. Aquéllos gobiernos de Giral, Largo Caballero y Negrín eran herederos del que salió de las urnas en 1936. Y los comunistas apadrinaron la Revolución de octubre de 1934, protagonizada sobre todo por el PSOE. El PSOE, que siempe pregonó la dictadura del proletariado y que clamaba “La República para todos, no”, se rebeló contra ella. Azaña y los socialistas le pidieron a Alcalá-Zamora que anulase las elecciones de 1933 que ganaron la CEDA y los Radicales. Azaña, por cierto, manipuló la adjudicación de 32 escaños en las elecciones de 1936. 

Bien, pues todos los intelectuales, incluso los que han leído libros, todos los políticos que hablan maravillas de aquella república, todos los ciudadanos de a pie que se sienten identificados con ella, todos, apoyan a grupos políticos y personajes que conspiraron contra la II República, al menos contra lo que aquélla tenía de democrática. Es más, todos echan pestes del único partido a la vez genuinamente republicano y democrático, los Radicales. Contra la República todos. 

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