La voluntad de Podemos es la de ir como sea a nuevas elecciones para adelantar al PSOE y colocarse así como cabeza de la izquierda.
A pesar de que, de un par de meses a esta parte, todo en la arena política española parezca caótico y desorganizado. A pesar de la convicción general de que nuestros políticos son simples zombis discutiendo entre ellos a dos segundos del Apocalipsis. A pesar de que todo parece que nada tiene sentido, lo que está sucediendo obedece a planes previamente trazados y que, aunque van corrigiéndose sobre la marcha, tienen un punto de partida y unos objetivos muy bien definidos. Algunos incluso hasta están saliendo. Tal vez el único que no tiene, o no tenía, un plan era el propio PSOE, envuelto, como ya dejé dicho la semana pasada, en una batalla interna por su propia identidad.
Todos los demás saben de dónde vienen y a donde quieren ir. Otra cosa es que les termine de funcionar el invento, porque de las diferentes estrategias a medio plazo que se entrecruzan ahora en la política nacional algunas implican el concurso de tantos factores y casualidades que, de darse todos, tendríamos que hablar de milagro. Cuesta creerlo, lo sé, y más si nos paseamos por la superficie de lo meramente discursivo. Pero, a poco que profundicemos un poco más vamos descubriendo la maquinaria que los estrategas de los partidos han ido calibrando con cuidado para que todo nada salga según lo previsto.
El mito del “Partido Anti-PP”
El PP, por ejemplo, a quien los ajenos dan por desahuciado mientras los propios se hacen cruces por los titubeos y prórrogas de su líder máximo, juega al simple desgaste del que siguen considerando su principal adversario: el PSOE. Me explico, la idea de Rajoy es forzar la renuncia de Sánchez y tratar luego de entenderse con sus deudos, los barones del comité federal, un grupo heterogéneo de caciques regionales con intereses y urgencias muchas veces opuestos. Este entendimiento lo puede alcanzar en este tiempo o en el que vendría después de otras elecciones. Hasta el momento les está saliendo a pedir de boca.
Vayamos a los hechos. Cuando el Rey evacuó consultas con los representantes de los grupos hace ya más de un mes Rajoy se apartó del borde del precipicio dejando que pasase, entusiasta y alocado, Pedro Sánchez. En el PP sabían que el batacazo era inevitable, más aún después del órdago de Iglesias, una coz a traición que removió los cimientos de la sede de Ferraz, la misma tarde en la que Sánchez se encontraba despachando con el Rey. Le quedaba el cartucho de Ciudadanos, pero con él y solo con él no alcanzaba. Sin el PP Sánchez no iba a lado alguno, y su fantasía de concitar un mega pacto de todo el arco parlamentario contra el PP era eso mismo, una fantasía solo comprensible en una mente tan zapaterizada como la del candidato socialista. El “Partido Anti PP” que tan buenos resultados le dio a ZP en tiempos hoy es ya una ilusión. La idea de erigirse como cabeza aglutinadora de toda la izquierda es cosa del pasado, y el propio Sánchez se encargó de enterrarla al firmar con pompa y circunstancia el acuerdo de Gobierno con Albert Rivera en la Sala Constitucional del Congreso de los Diputados. Sánchez pretendía un imposible. Quería no darse por enterado de que el grito de ritual “¡A mi la izquierda!” tan útil en el pasado no podía ser ahora, con un mapa parlamentario en el que la izquierda no basta para gobernar habida cuenta de la mayoría absoluta del PP en el Senado, de los 163 escaños de Rajoy y Rivera en el Congreso y del hecho nada baladí de que esa izquierda idealizada es en realidad un maremagno de muchas izquierdas, algunas totalmente incompatibles entre sí.
Podemos mira a Grecia, no a Venezuela
En la izquierda, precisamente ahí, el panorama ha cambiado radicalmente. El PSOE ya no es el partido hegemónico, es simplemente el partido más votado, y no por mucho. Eso es lo que descuentan desde el día 21 de diciembre los generales podemitas, metidos las 24 horas del día en su sala de encuestas. Por eso mismo han empleado muchos más recursos en derribar a Sánchez que en sacudir estopa al PP. Primero lo intentaron por la vía pacífica valiéndose de la simulación, arte en el que, como buenos comunistas, son consumados maestros. Se ofrecieron como socios dejando claro que ellos querían la mitad de la tarta. El problema es que lo hicieron mal porque van muy sobrados y habían previamente hecho un análisis erróneo del partido al que aspiraban fagocitar. Encerrados en sus cuarteles de Madrid y Barcelona asumieron que el PSOE es el PSM o el PSC cuando lo cierto es que el PSOE es el PSA, el de Andalucía, que no es cualquier cosa, es la mayor región de España y la más poblada.
Visto que no les salía el asalto suave, la OPA amistosa, se decantaron por la artillería a discreción de la OPA hostil. En eso están ahora mismo. Su voluntad es la de ir como sea a nuevas elecciones para adelantar al PSOE y colocarse así como cabeza de la izquierda. En ese momento volverán a la mansedumbre de hace un mes para atraerse a un PSOE devastado tras el siniestro total. Claro, que les podría salir mal la jugada, pero quien no arriesga no gana. Convertidos en segunda fuerza política del país solo necesitarían ir ampliando el cerco hasta convertirse en la fuerza hegemónica de todo lo que va desde Albert Rivera hasta Arnaldo Otegi. El plan no es nada novedoso. Es exactamente lo que hizo Syriza en Grecia durante varios años.
El partido de Tsipras, hoy feliz primer ministro de los infelices helenos, irrumpió en el parlamento griego en 2004 y no se comió un colín durante años. El salto lo dan en 2012 cuando en Grecia se produce un bloqueo parlamentario similar al que tiene lugar hoy en España. Tsipras consiguió convertir los 13 diputados de las elecciones de 2009 -cuando su coalición de izquierdas obtenía menos votos que el partido comunista- en los 71 de los segundos comicios de 2012, repetidos después de que fuese imposible formar Gobierno. El resto más o menos lo conoce todo el mundo. Durante esa legislatura los de Syriza echaron el resto en huelgas y agitaciones para concluir en enero del año pasado recogiendo todo lo sembrado en forma de una mayoría holgadísima que han mantenido incluso después del corralito del verano pasado. Podemos, en definitiva, tiene un pasado venezolano, cierto, pero un presente griego. Ese es su plan.
Antes necesitan liquidar al PSOE como Syriza liquidó al PASOK, un partido que lo fue todo en los últimos 30 años de historia griega pero que hoy malvive en un rincón del parlamento gracias a una coalición de emergencia con los ecosocialistas de Izquierda Democrática. En esta operación de gran calado es donde se inscriben los furibundos ataques de Iglesias al PSOE durante la sesión de investidura. El PSOE simplemente les estorba porque no hay corral para dos gallos, especialmente cuando uno de los gallos gasta los espolones que gastan los tribunos podemitas.
Hasta ahora les ha ido saliendo todo conforme a lo planeado pero podrían haber tocado en hueso. España no es Grecia. Más allá de las cifras de desempleo, que son tristemente similares en ambos países, la crisis griega es mucho más profunda que la española, el país es más pequeño, más pobre, menos productivo y más proclive a los populismos patrioteros. En la horma helénica encaja mejor Cataluña, que por algo es la niña de los ojos de todo el perroflautismo hispano. A los podemo-cupitas, de hecho, les falta un pequeño empujón para hacerse con la Generalidad y todo lo que contiene, que es mucho. No soy el primero en decirlo, Cataluña es el laboratorio de la nueva izquierda española. No podía ser de otra manera, el socialismo o deviene nacionalista o se marchita rápidamente debido a la miseria que siempre e invariablemente trae consigo. Eso, lo del patria o muerte vendrá después. Por nuestro bien espero que no tengamos que verlo nunca.