Pero con la inmigración han dado en el clavo de lleno. La prueba es la actitud de los socialistas: primero les acusan de xenófobos, luego Zapatero dice que es mejor no hablar de ese tema y después el Gobierno le ofrece un pacto sobre inmigración (con los supuestos xenófobos) para desactivar la propuesta de Rajoy de ofrecer un pacto de integración a los inmigrantes. Rajoy ha lanzado un mensaje comprensible y atractivo sobre una cuestión que preocupa mucho a quienes vivimos en este país, y no sólo a los españoles. La inmigración le hará ganar las elecciones generales.
Resulta hasta un punto sorprendente que un mensaje como "que tengan los mismos derechos y las mismas oportunidades, pero los mismos deberes" pueda resultar tan efectivo. Si es así es porque los españoles piensan mayoritariamente que la integración es un fracaso hasta el punto de que muchos de quienes llegan a España no comparten ese principio tan sencillo. Y porque observan que el Gobierno de Zapatero no ha hecho nada en ese sentido.
No es quién Rajoy ni el Gobierno que presida para legislar las costumbres, y todo lo que no entre en materia penal (ablación de clítoris, corte de manos a los ladrones y demás logros de la Alianza de Civilizaciones zapateril), pertenece al ámbito privado y el Gobierno no debería entrar en ello. ¿Qué el velo es símbolo de opresión de la mujer? La hoz y el martillo es símbolo de la opresión de hombres y mujeres y de la muerte de 100 millones de personas. ¿Vamos a prohibir ese símbolo ahora?
Pero el hecho de que desde las instituciones se respalde moralmente nuestras costumbres y normas de convivencia es muy importante. La cuestión no es que nos gusten los toros y la tortilla de patatas o de que hagamos el cordero de un modo u otro, sino que asumimos, incluso cuando las violamos, una serie de normas que son propias de una sociedad abierta y libre como la nuestra, y que nos facilitan la convivencia con personas de nuestra sociedad, incluso cuando no las conocemos personalmente: el respeto por el otro, por su libertad y por los derechos inherentes a la persona, la convivencia ordenada y en paz, el uso de un idioma común y que nos permite entendernos, y demás. Todo ello es muy razonable y la gente lo entiende y lo valora.
Miren el caso de los Estados Unidos. Es una sociedad que se ha creado desde la inmigración, que tiene unas costumbres muy variadas, pero comparte un consenso básico muy arraigado, basado en las normas esenciales de convivencia dentro de una sociedad abierta. Thomas Sowell explica en Migrations and Culture (¿Para cuándo la traducción al español?) que los comerciantes en Estados Unidos que proceden de otros países cumplen más las normas y son más honrados que los nacionales. La razón es que temen más que ellos la sanción administrativa o judicial, y también la social, si violan las normas. Es un perfecto ejemplo de que es la fidelidad a las normas de convivencia lo que resulta verdaderamente integrador.