Público ha suscitado una agria polémica por la entrada dedicada al general Franco en el Diccionario Biográfico Español. Primero dijo, para suscitar la indignación de sus ya cabreados lectores, que el BDE dijo de Franco que era «general, valeroso y católico». No está claro qué fibra puede herir definir a Francisco Franco como general, pues alcanzó, y muy tempranamente, ese escalafón militar. Debe de ser de los apelativos más neutros y verdaderos que se le puedan asignar al personaje. Que era «valeroso» no cabe duda para quien conozca más que someramente su vida. Es un calificativo que no se lo hurta ni Paul Preston ni Andrée Bachoud, por poner dos ejemplos de autores poco simpáticos con Franco. Y, en fin, está por aparecer el primer tonto que diga que Franco no era católico. Una palabra que, sumida en un titular de Público, choca ver colocada como un elogio, aunque se lo atribuya a la Real Academia de la Historia.
Luego Público optó por destacar que el artículo decía que el régimen de Franco era «autoritario, no totalitario». ¡Qué ganas con hacer que el régimen de Franco se acerque a otros regímenes, largamente adorados por la izquierda patria y que sí eran, y son, totalitarios! No lo era porque en España no ocurrió como en Italia o Alemania, donde el partido copó el Estado, sino que el Estado redujo los partidos a uno y lo sometió a sus intereses. Y, sobre todo, porque no se fijó el objetivo de someter toda la sociedad para alcanzar un modelo preciso de sociedad. No es que Franco no tuviese una idea, aunque general, de cómo debía ser una sociedad buena. Pero permitió una autonomía a la sociedad que, en algunos aspectos, echamos de menos. Totalitaria es la Ley Pajín de la igualdad. El régimen de Franco, en contra de los deseos de no pocos de sus partidarios, sólo fue autoritario, aunque no poco.
La polémica se ha llevado, también, a la ausencia de la palabra «dictador». Su autor, Luis Suárez, ha considerado más precisos los términos «Jefe del Estado» y «Generalísimo». Bien está. Suárez, amén de ser uno de los mejores medievalistas vivos del mundo, es también el primer, o uno de los primeros autores, en Franco y su época. El sincero, desenvuelto y fácil desprecio que han mostrado muchos por un historiador de su talla no podía ser más comprensible. Desprecian la historia ¡no iban a hacer lo mismo con sus mejores obreros! Pero Franco era, además de lo apuntado por Luis Suárez, un dictador. Es algo tan obvio que hurtar la palabra en el breve artículo del DBE tampoco va a desvirtuar el retrato que ha hecho del de Ferrol. Pues, ¿no se trataba de escribir un retrato veraz y suficiente del personaje? Con todo, en este propósito parece haber fallado Suárez, por no hacer mención de la represión, un elemento sin el que su régimen no puede entenderse plenamente. Pero quien quiera saber más de él, que acuda a las mejores de entre las muchas biografías que ya tiene. Claro, que esa es materia para los interesados en la historia, no en el uso político de la «memoria».