Francia se dispone a revisar su semana laboral de 35 horas debido al fracaso que ha supuesto. Desde que se impuso la ley la productividad per cápita francesa ha disminuido un 4,3% según el Eurostat. En contraste, y durante el mismo período, la productividad per cápita en Reino Unido ha aumentado un 5% y un 6% en Estados Unidos.
Pero el fracaso de las 35 horas no ha estimulado al gobierno francés a abolir la ley, sino simplemente a “corregirla” contribuyendo otra vez al deterioro de su economía. Otra “conquista social” (léase imposición) que sólo ha resultado ser más deterioro económico.
La semana de 35 horas no tiene porque ser destructiva siempre y cuando no se imponga por ley. De las 70 horas semanales que trabajaba un hombre medio a principios del siglo XIX hemos pasado a 40. Algunos creen que esta disminución de horas de trabajo ha sido gracias al esfuerzo de los políticos, sindicatos, grupos de presión, etc. Pero la realidad es que esta reducción de horas sólo ha sido gracias al sistema de libre mercado, es decir, al capitalismo.
A medida que la producción y división del trabajo aumentaban gracias a la creación y acumulación de más capital no era necesario trabajar tanto. Precisamente una de las razones por la que hemos podido llegar a la situación actual ha sido la no intervención política en la economía privada.
Imagínese que a principios del siglo XIX algún visionario hubiese impuesto la actual semana de 40 horas por ley. ¿Cree que habríamos llegado al presente escenario de riqueza y bienestar? No, lo único que habría pasado es que en estos doscientos años no habríamos avanzado nada, o incluso peor, habríamos retrocedido. ¿Por qué? Por la sencilla razón que la economía del siglo XIX no estaba lo suficientemente capitalizada ni desarrollada como para permitirse 40 horas semanales, y eso es lo que ha ocurrido con la semana de 35 horas en Francia. El gobierno ha intentado imponer una medida que la economía no se puede permitir hoy por hoy, y en consecuencia, el estado sólo ha contribuido a crear menos producción y menos competitividad.
En historia económica hay una lección muy clara que podemos aprender: cuando el burócrata se cree superior al mercado, y por tanto, a las libres decisiones de la sociedad, la economía retrocede y la pobreza aumenta. A menos estado, más riqueza, más libertad y más prosperidad para nuestro futuro.
Si queremos luchar de verdad por la semana de 35 horas sólo hay una solución, abolir todas las leyes e intervención en el mercado de trabajo y no permitir que el estado, sindicatos ni grupos de presión decidan por nosotros ni por el “bien común” imponiendo leyes inútiles que después nadie puede suprimir