La suprema razón ética de la izquierda española es el sectarismo sin concesiones hacia la derecha.
El PSOE ha dejado de ser ‘El señor de las moscas’. Ya no rigen los niños en esa selva. Los mayores han descartado el canibalismo democrático y de progreso y, como son mayoría, han impuesto su criterio. Finalmente, ofrecerán una abstención vergonzante que permitirá la reelección de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno.
Es una lucha entre pragmáticos vergonzantes e idealistas orgullosos. Es así porque ambos coinciden en el mismo código moral, la suprema razón ética de la izquierda española, que es el sectarismo sin concesiones hacia la derecha. La derecha, que es todo lo que no sean ellos, no debe existir. Y si no cabe el exterminio, hay una escala degradada de tolerancia (de falta de apego a los valores), que va desde la prohibición de sus manifestaciones y de su participación en política a la condena ontológica de todo lo que haga, la negación de su derecho a ejercer el poder, la imposición de acuerdos de cerco político o la asunción de una estricta dieta de no colaboración.
La abstención se sale de la escala moral socialista y entra en un terreno desconocido y, por supuesto, peligroso. Se juegan su misma existencia ante la competencia de una banda más pura en sus intenciones. Tienen que tapar su traición, prestando a once técnicos que “desbloqueen” el gobierno. Se ven obligados a recurrir, en una renuncia ideológica impensable en el PSOE, a la realidad misma como argumento moral: la de 85 diputados frente a 137.
Han salido del paso, pero el reparto de escaños les otorga una posición incómoda: van a tener que renovar su vergüenza día a día. Eso, o cambiar su código ético sectario por el de la democracia, que pasa por la alternancia y por los acuerdos y por las coaliciones entre los partidos de vocación mayoritaria. Pero para aceptarlo es necesario tener fortaleza, claridad de ideas, y un liderazgo que conduzca a un nuevo PSOE. Y ese líder, hoy, no existe.