Ya ven, y eso que mis impuestos no tienen nada de complicado. Esto de cumplir con el fisco no es baladí. No sé cuáles son los datos para España, pero Robert Hall y Alvin Rabushka calcularon el coste para la economía estadounidense en 650.000 millones de dólares para el ejercicio 1993. Hoy rozaría el billón.
Es muy importante que los impuestos sean muy complicados y con muchas excepciones, porque ese es el caldo de cultivo del politiqueo, donde los grupos de interés se mueven a gusto. Mientras que para la gran mayoría, que tenemos como principal fuente de ingresos un sueldo, no tiene por dónde escapar, el resto da trabajo a miles de grandes profesionales del escamoteo al fisco. Adiós a la ilusión de la progresividad fiscal.
Precisamente Hall y Rabushka han propuesto para Estados Unidos simplificar el impuesto hasta el máximo. Un único tipo grava todos los ingresos menos los destinados al ahorro, para las personas como para las empresas. Nada de exenciones, reducciones o desgravaciones, aparte de un mínimo exento, que hace el impuesto (verdaderamente) progresivo. Sólo grava el consumo y favorece el ahorro y la creación de capital. Y para cumplimentarse, para mí como para El Corte Inglés, sólo se necesita una hoja. Yo seguiré entregándolo a última hora, como todo, pero al menos diría adiós al estrés fiscal.
Un tipo único sería una mala noticia para los más ricos; pero qué le vamos a hacer, no puede haber ley fiscal a gusto de todos. Seguramente porque el único impuesto justo es el que no existe. El BBVA hizo un estudio que calculaba qué tipo sería suficiente para allegar al Estado los ingresos actuales, y el número mágico es el 24 por ciento. Y es a todas luces excesivo, ya que en Estados Unidos se bastarían con un 19 y de los países que lo han adoptado, varios no llegan al 15. ¿No estaríamos mejor?