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Una carta de Unidos Podemos y otra de JM

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El chavismo, para que se entienda, es la versión venezolana de Unidos Podemos. El propio Pablo Iglesias lamenta no ser venezolano para militar en el chavismo, testimonio fácilmente rastreable en YouTube.

He recibido dos cartas extrañamente relacionadas. La primera, invitándome a votar. Es del grupo comunista Podemos, dirigido por Pablo Iglesias, hoy, con más cara que coleta, sorpresivamente transmutado en socialdemócrata por arte de birlibirloque.

La carta está firmada por una joven española llamada Esperanza, supuestamente investigadora en Biología Molecular, que debió marcharse a Londres para poder trabajar en su especialidad.

Esperanza no me dirige la carta a mí, sino a sus padres. Yo, como millones de personas, he recibido una copia no solicitada.

Esperanza informa a sus progenitores de que ha decidido apoyar a los comunistas de Unidos Podemos. Naturalmente, no utiliza ésa ni ninguna otra calificación para definir el partido al que le concederá su voto.

¿Por qué Esperanza va a apoyar a Unidos Podemos? Porque España le parece un país corrupto, en el que los salarios son muy bajos, no hay oportunidades de progresar y ha tenido que expatriarse a Londres para poder trabajar en su profesión. Hecho, por cierto, que no está nada mal. Algo parecido le sucedió a Severo Ochoa con relación a Estados Unidos y acabó ganando el Premio Nobel.

La otra carta es de un amigo cubano-americano que dirigía exitosamente un laboratorio en Venezuela. Sus iniciales son J. M. Prefiere no dar su nombre.

También, a su manera, J. M. estaba expatriado. Hace 32 años su empresa lo había enviado a Caracas con el objeto de crear una sucursal poderosa. Era la Venezuela pujante de la IV República.

J. M. había conseguido tener éxito e importaba numerosas medicinas y fabricaba otras. Manejaba decenas de productos diferentes y contaba con docenas de empleados razonablemente remunerados. Su empresa generó beneficios y fue socialmente útil durante muchos años.

Pero todo eso se echó a perder con la llegada del chavismo. La compañía fue cerrada hace unos meses. Más de ocho mil han corrido la misma suerte. Los controles de divisas y precios, unidos a la emisión de billones de bolívares inorgánicos, dinamitaron la economía.

El chavismo, para que se entienda, es la versión venezolana de Unidos Podemos. El propio Pablo Iglesias lamenta no ser venezolano para militar en el chavismo, testimonio fácilmente rastreable en YouTube.

En rigor, si Esperanza quiere volver a trabajar en España, lo mejor que puede hacer es no votar por Unidos Podemos. Esta gente se dedica a cerrar empresas y a expatriar trabajadores. Se especializan en generar inflación, desabastecimiento y crispación antidemocrática. Ya hay un millón y medio de venezolanos radicados en diversos países del mundo. Antes, el país recibía inmigrantes. Desde que llegó el chavismo inauguraron la emigración masiva.

A J. M. le han preguntado si estaría dispuesto a repetir en España la misma hazaña que llevó a cabo en Venezuela, dado que su laboratorio no tiene presencia en Europa. Pero, como es una persona sensata y escarmentada, ha sugerido a su empresa que espere a comprobar el resultado de las próximas elecciones.

¿De qué sirve levantar una compañía en un sitio al que luego llegan los populistas y arrasan con todo, en medio de un torbellino de estupideces y arbitrariedades? En Venezuela, J. M. aprendió una melancólica frase de Simón Bolívar que me repitió en su carta. «He arado en el mar». No quiere seguir arando en el mar. Está muy viejo para eso.

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