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Una legislatura de dos años

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El PP de Rajoy ha enterrado tan hondo los valores de su partido que ya no sabe ni dónde empezar los trabajos de arqueología.

Pablo Iglesias y Alberto Garzón han hecho historia. Podemos se ha engullido la deuda de 11 millones de euros de Izquierda Unida, y juntos han perdido más de un millón de votos. Nos hablaron de la sonrisa de un país, y acertaron: Es una sonrisa de alivio porque Unidos Podemos es un gran saco de pólvora mojada. Fueron de cabeza contra el sistema, pero lo que han roto ha sido su crisma contra el mismo. Ahora están dentro, y juegan con las reglas de todos, cuando ellos han venido a imponer las suyas. Pablo Iglesias, el Mortadelo de la política española, ha sacado todos sus disfraces del armario para seducirnos, pero no lo ha logrado. Al final, el traje que mejor le sienta es el de camarada del PCE.

Los dos grandes enemigos de Podemos, según el certero análisis de Iglesias, son la caída del paro y el PSOE. Al partido fundado por otro Pablo Iglesias no han logrado cargárselo ni él ni Pedro Sánchez, pero se ha debilitado lo suficiente como para que no sume con los pobres resultados de Podemos. Y el paro cae a la velocidad a la que la ocasión de oro de Podemos queda ya para los libros de historia.

Lo curioso de estas elecciones es que han perdido todos. El PSOE se deja otros cinco escaños, hasta sumar sólo 85. En 2011 logró 110 escaños y en 2008, hace sólo ocho años, 169, con 11,3 millones de votantes. En las dos últimas elecciones sólo ha concitado el apoyo de cinco millones y medio. El PSOE, desde su misma creación, durante la dictadura de Primo de Rivera, en la II República, en la Transición y durante la democracia, se ha debatido entre la revolución y la aceptación de la democracia. Está inerme ideológicamente frente a Podemos, pues para la izquierda española el ideal coincide con el extremo. Y está también inerme estratégicamente porque sigue sin saber si prefiere a Podemos a la democracia de 1978, o no. Y muere lentamente, como el asno de Buridán, sin decantarse por una u otra opción.

Pierde de nuevo Ciudadanos. Son ellos, más que la sociedad española, quienes no saben qué quieren ser de mayores. Han sido los colegas de Podemos, y luego su némesis, sin que nos concedan la cortesía de una explicación. Se presentaron en 2015 diciendo que no pactarían ni con PP ni con PSOE. Entonces, ¿cuál es la utilidad de votarles? Muchos se desanimaron durante la campaña. En 2016 han dicho claramente que nunca apoyarán a un gobierno de Mariano Rajoy. De nuevo, ¿cuál es la utilidad de votarles? ¿De qué vale que digan que son contrarios a Podemos si adelantan que no servirán para sumarse al único partido que es una alternativa clara al bolchevismo? El propio Rivera ha dicho, muy ufano, que no votarán a favor de una investidura de Mariano Rajoy porque ellos son irrelevantes en el cómputo. ¡Qué torpe, pero qué certero reconocimiento de inanidad política!

Y, por último, está el Partido Popular. Ellos son la sonrisa, estúpida, de un país. Se muestran ufanos por sus resultados como si no estuviesen a 39 escaños de la mayoría absoluta, y a 49 de los diputados de 2011. El PP de Rajoy ha enterrado tan hondo los valores de su partido que ya no sabe ni dónde empezar los trabajos de arqueología.

Este panorama, con todo, no debe llevarnos a la desesperanza. El PSOE debe romper, de una vez y para siempre, con sus fantasmas revolucionarios. Junto con Ciudadanos, junto con lo bueno y lo malo del Partido Popular, tienen que iniciar una legislatura breve, de dos años, que asuma los ajustes y las reformas necesarias para encaminar el déficit y asegurar la recuperación. En estos dos años deben forjar un consenso de reforma constitucional para vigorizar nuestra democracia y demostrar la eficacia política de la democracia actual. Y en este tiempo, con el paro a la baja, con el tiempo suficiente para hacer pedagogía, los tres pueden mostrar a los españoles la verdadera faz de Podemos, que es la del totalitarismo chandalero y bailón del chavismo. Y entonces, en 2018, volvemos a las urnas.

Por desgracia, es tan obvio que será lo último que pueda ocurrir a partir de ahora, pese a ser la única opción de salvamento para todos.

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