El empleo depende de la productividad y los costes, y es absurdo sostener que se fomenta el empleo encareciendo las mercancías.
Muchas veces nos quejamos de que los políticos andan todo el rato a la greña, cuando lo que deberían hacer es ponerse de acuerdo. Sin embargo, no cabe insistir en esta reclamación, porque hay algo mucho peor que el desacuerdo entre los gobernantes, y es que se pongan de acuerdo para fastidiar a los ciudadanos. Esto sucede con mucha frecuencia, y ha sucedido no hace mucho en Las Palmas de Gran Canaria, según informó el corresponsal de ABC, Bernardo Sagastume.
El asunto giraba en torno a unas grandes favoritas de los consumidores: las gasolineras de bajos precios. No sólo cuentan con el respaldo de los ciudadanos, sino que además son un ejemplo de pequeña y mediana empresa, porque de las 358 gasolineras autorizadas por el Ministerio de Industria el año pasado, un 80 % son independientes. Los consumidores están felices, y es un motivo adicional para que vayan a hacer la compra, en el caso de las que están instaladas en centros comerciales.
Dirá usted, los políticos de Gran Canaria se habrán apresurado a propiciar estas gasolineras, tan del gusto del pueblo. Pues no. Nos informa Sagastume:
Los habitantes de Gran Canaria no podrán disfrutar de ellas, al menos si la moción votada en el Cabildo Insular logra su objetivo de bloquear su llegada a la isla.
Y ahora viene lo bueno. Dirá usted: claro, es que en el Cabildo prevalecieron los grupos de la izquierda, siempre hostiles a los intereses de las trabajadoras y los trabajadores, y siempre propensos a forzarles a pagar más. Pues no. Las gasolineras de bajos precios fueron rechazadas en el pleno cabildicio por unanimidad. Todos los grupos las rechazaron, todos: NC, Podemos, PSOE, PP, Unidos y Mixto.
Aparte del argumento de la seguridad, que no está claro que tenga validez, el Cabildo presentó un argumento económico asombroso: esas gasolineras
atentan contra la creación de puestos de trabajo, por lo que han encontrado el rechazo de la patronal, sindicatos y consumidores que reconocen que afectan al recorte de puestos de trabajo.
Se trata una antigua falacia, porque el empleo depende de la productividad y los costes, y es absurdo sostener que se fomenta el empleo encareciendo las mercancías. Hace más de un siglo y medio ironizó sobre esto Bastiat, cuando recomendó que para aumentar el empleo se prohibiese a los trabajadores utilizar la mano derecha, con lo cual se necesitarían más personas para hacer el mismo trabajo. Como es evidente, así no mejora el empleo.
Algunas personas alegan que no les gustan esas gasolineras, y que prefieren ir a establecimientos con empleados. Están en su derecho, faltaría más, y todos podemos libremente acudir a tales gasolineras, aunque pagando más.
Pero una cosa es eso y otra cosa es prohibir las gasolineras baratas, y encima aduciendo que ese perjuicio contra los consumidores fomenta el empleo.
Y recordemos: todos los políticos de todos los partidos del Cabildo se pusieron de acuerdo en dañar a sus propios súbditos.